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HI TOHIA
vacó nuevas osadías que no pudo reprimir. El pensamiento tomó libre vue–
lo; el manar a se convirtió en objeto ele ri a,
y
sus favoritos lo fueron de
indignacion. Así en el trono como en la corle era despreciada la arrogan–
cia; una innoble cocrupcion inspiraba
á
lo meditabundos un profundo
tedio, degradaba todas las grandezas en entir del populacho. Ya no fue
e~clusiro
pri ileg'io ele la, almas elevadas el mirar cara á cara la grandeza
y
medirla en toda su esten ion; esta audacia se hizo popular. Pronto la
oposicion apareció tan altiva
y
confiada como el poder :
y
no era la opo–
sicion de los barones en la Cámara de los Pare. , ino la de los diputados
Je la Cámará de los Comunes, la que mu. decidida se mostraba
á
torna1·
en el gobierno una parte que nunca les babia pertenecido. a indiferen–
cia á la amenaza del príncipe,
y
su altivo, si bien que respetuo o len–
guaje, manifestaron claramente sus designios. El secreto sentimiento de
esta revolucion moral se había g·eneralizado de tal suerte, que en '162'I ,
al e perar Jacobo una diputacioa de la cámara parladora de una queja
formal, elijo con uoa ironía meno dolora a por cierlo de lo conveniente:
<< Preparad doce sillones, que voy
á
recibir doce reyes.
1>
En efecto, cuando Cárlo I con ocó el parlamento, e pudo decir qu
un rey absoluto llamaba alrededor de su trono un senado de l'eyes.
fü
el
p1 íncipe ni el pueblo particularmenle habían calculado aun el término de
os preten iones : se acercaban con la esperanza de unirse; ma eo el
fondo estaba consumada ya su desunion, porque ambos opinaban como
soberano .
1
0
bien se hubo abierto la legi !atura, cuando la Cámara de los Co–
munes dirigió su atencion á todas partes : interior
y
esterior : negocia–
cione , alianzas, inver ion de los sub idio pa ados
y
futuro , estado
de la religion, represion de los papi tas, Lodo le pareció
á
la cámara
propio de su atribuciones. Quejl\ronse lo dipula.dos ele la marina reat
que proteg'ia mal al comercio
y
de lonlagD.e, capellan de S. Jl., que de–
fendía la iglesia romana
y
predicaba la desobediencia pasiva. Bien es ver–
dad que ola e paraban del monarca un alivio
á
los males, pero de eaban
inquirirlo Lodo, daban consejo ag'lomeraban peticione sobre peticiones.
Las quejas no se dirigían contra el g·obierno de Cárlos, que entonce
principiaba
y
sin embargo fueron consideradas como rompimiento
y
ofen-
a. EdnarJo Clarke, pa1tidario de la corte, probó á quejarse de ello en la
cámara : <1 Se han usado, dijo, palabras no debidas
y
amarg·as.
n
Inter–
rumpióle un grito general llamándole
á
la barra; insi tió el orador,
por poco e vió espelldo de la cámara.