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l)E INGl..ATEl\l\A.

153

aballerta

al sobre lodo llenaba

á

la contraria de e paulo,

y

e ta arma

era tenida en mucho, como en lo tiempo feudale . IJampden y Crom–

Mll,

conversaban un dia sobre e ta infe:rioridad de su partido : «Qné

querei que ea? dijo romwell, la ma or parle de vue Lros ginele son

gente comun , cuando los su os son adetes bijo de gente di. tinguida

¿

Creei que eso hombre U.e baja esfera ean apace de hacer frente

á

aquellos nobles llenos de energia y honor?

que no

1

omarei

á

mal lo

que os digo : es preci o buscar hombres animados de un e pirilu apaz

de seguir la senda de los nobles; de otro modo aldreis arrollados.-Te–

neis razon, dijo Hampden ; pero esto no es posible.- lgo puedo adelantar

en esto, y lo haré buscando hombres que tengan

á

la vista un temor de

Dios

y

una conciencia ; o respondo que no aldrán vencidos.

i>

Recorrió en efecto los condados del E le, reclutando jó enes, la ma-

1or parte conocidos suyos propietarios ó hijos de Lale , que no nece ita–

ban sueldo

ni

deseaban la ociosidad, todos enlusiasla fanático , empe–

ñados por conciencia en la guerra, y que ser ian

á

romwell por

confianza: <<No os quiero engañar, les dijo, ni daros

á

entender que vais

á

combatir por el rey y el parlamento como lo cacarea el despa bo que

se me ha conferido; si el rey se encontrase delante de mi, le dispararía

como

á

cualquier otro : si vuestra con iencia no os permite hacer otro

tanto, retiraos de mi servicjo.

i>

La mayor parte aceptaban sin vacilar;

quedando de de aquel punto sometidos

á

la mas exacta di ciplina,

1

te–

niendo que cuidar bien sus caballos, limpiar esmeradamente sus armas,

y dormir muchas veces al sereno. u jefe quería que de lo ejercicios

mili tares pasasen

á

los piadosos

1

para que la exallacion del fanatismo

se hermanase en su mente con la severidad del servicio militar. Al

abrirse la campaña, marchaban bajo las órdenes de Crom' ell catorce

escuadrones de tales voluntarios, que formaban en masa un cuerpo de

cerca mil hombres.

Transcurrió un mes casi sin ningun accidente. La toma de Reading,

de tan po o

e~

cto en Lóndres, lo causó grande en Oxford, donde deli–

beró el rey sobre su fuga. Turbado el parlamento con sus disen iones se

ocupaba de ellas mas que de sus enemigos. nas veces procuraba dar

alguna satisfaccion

á

todos sus

pa~oiales,

exaltados ómoderados, politi–

cos

ó

religiosos; otras eces quedaban sin efecto

y

como abandonada

de comun acuerdo resoluciones decisivas y costosamente alcanzadas por

algun partido. Desde mucho tiempo atrás venían reclamando los presbi–

terianos, y ya se les había prometido una asamblea de teólogos para

re~

.

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