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La Guerra de Quito.

della le parescia, que, aunque las suspendiera desde el

principio, n.o cesaran los movimientos, porque, como

- otras veces he dicho, tierra tan rica y tan próspera no

da lugar á tener paz.-Estas cosas y otras me dijo á mi

Vela Núñez en la ciudad de Cali, queriendo yo infor–

marme <leste negocio que hemos escrito.-Y ansí

llegó á Los Reyes ya noche,

á

donde dió al visorey

cuenta por extenso de lo que pasaba y de la gran trai–

cion del capitan Gonzalo Díaz y cuán mal mir.ado ha–

bia la honra que le habia hecho.

En gran manera se aceleró el visorey, no pudiendo

dejar de mostrar por su rostro la pena que lo interior de

su ánima tenia, diciendo:-.¡Esta tierra es

el

diablo!

Grandes son los males que la han de cercar; nunca han

de estar en paz unos con otros los que en ella vivieren.

Hasta agora que lo veo, no creyera cuán sin mesura,

sin temor de Dios é poca verdad y vergüenza negasen

la lealtad á su Rey. ¿De quién me fiaré, pues de aque–

llos que yo escogí para capitanes, á quien tanta

ho~ra

hacia, ansí me niegan y dejan de ser leales, por

vivir como traidores? Diciendo esto, salió .fuera, mos–

trando que no recibia pena de la ida de Gonzalo Díaz,

é dijo que traidores mejor estarían fuera de la cibdad

que no dentro.

Muy grande fué el alboroto que hobo en la cibdad,

sabida la huida de Gonzalo Díaz de Pineda; y no em–

bargante que algunos les

pes~se,

en gran ma{iera se

holgaban otros, ansí vecinos como soldados, porque ya

no vian la hora que ver venir

á

Gonzalo Pizarra con

sus banderas. Hablaban unos c'On otros

é

por sus pala-