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Carta de Eucherio.

405

~loria

en el tiempo que le plugo. ma sea defendida , co·mo sea

Y

hablarte he osadamente , por conservada.

Ni

esto

contradice

el grande zelo que tengo de tu

á

lo que antes dixt>. Porque ver–

bien; descuidado de lo que á mí dad es que

á

Dios debemos la

conviene: considerando mas lo primera

y

mas profunda inten–

rnucho que para

ti de

eo , que cion,

y

á

nuestra ánima

la

segun–

lo poco para que yo basto.

da. Pero son tan hermanas estas

dos diligencias , que siendo am–

bas necesarias , la una sin

la

otra

no

se puede

coüservar. Por–

que no

~s

·posible que quien

á

Dios sati fizo , que no

proveyese

su ánima;

y

quien tuvo cuidado

de

su ánima , que no contentase

á

Dios. De tal manera se

entieoae

en estos dos espirituales negocjos.,

y

asi están encadenadqs ,

que

quien diligentemente tratare el

uno, babtá cumplido con ambos:

porque la inefable bondad de

Dios quiso que nuestro

provecho

fue~e

su

s~crifkio.

O

quánto ticm·

po

y

trabajo emplean los mona-.

les en curar

sus cuerpos

y

con–

servar su salud:

i

por ventura su

ánima

no

merece ser curada

1

Si

tantas

.Y

tan diversas cosas

se

gastan en se 1cio de 1a

carne.,

no es lícito

e el ánima

esté

arrinconada

y

despreciada en sus

necesidade~,

y

que sola ella sea

desterrada de sus propias rique–

zas. Mas antes

si

para el regalo

del cuerpo

.somos

muy largos.,

proveamos á nuestra ánima con

mas alegre liberalidad.

Porqu~

si

sábiamente

llamaron

aJgunos

nuestra carne

sierva,

y

al

ánima'

señora ;

no habemos de ser

tau

mal .mirados, que honremos

á

ia ·

esclava,

y

á

su señora desprecie–

mos. Cou razon nos pide mayor

diligencia nuestra mejor

p~rte,

y

s.

l.

L

A

primera obligacion (mi

Valeriana carísimo) que el

hombre recien nacido

tiec e

es

de

conocer su

hac~dor,

y

rt·cono –

cerle por su

Señor,

y

el dón de la

vida que

de

él

recibió,

convertir

en strservicio : de manera, que

lo que por su bondad comenzó

á ser ,

para 'él se prosi a ,

y

en

·él

se remate :

y

la m

rced

ílue

recibió

~ia

merec ria

sll'v1é11-

dole

con

ella, despues merez

ca.

i

Qué verdad ::m

cie.na

se

nos puede

decir.,

que

ser noso–

tros debidos

á

aquel que

de

no'

ser nos

hizo

que fuésemos

1

Aquel

por cierto

sábiamente conoce

la

i~tencion

de quien

le formó,

que

t1~ne

por averiguado que él Je

hizo,

y.

para sí Despues

de esto

lo

que ll\ªS

al hombré conviene,

es mirar por el valor

de

su ánima;

que pues en nobleza es la prime–

ra , no ha de ser la postrera de

· nuestros

cuidados: antes de lo

que

en

nos9tros

es

principal,

se

ha

de

hacer priml:'ro

cuenta;

y

· de la sanidad mas necesaria coa·

viene que tengamos mas atenta

solicitud. Y para

mejor

decir:

no

principalmente; mas

sola

ésta ha

de ocupar todo

nuestro

seutido:

como la

noble~a

de

.nuestra

i'áni-

ma..