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CAPÍTULO FINAL

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hubiesen sin embargo de figurar con aplauso en la farma–

copea de nuestro siglo!

Bien se deja comprender que a la sombra de las dispo–

siciones que dejamos recordadas nadie vivia seguro de sí

mismo, ni podia abrigar la menor confianza en los demas,

comenzando por las j en tes de su propia casa i familia; pues,

como de hecho sucedió en muchas ocasiones, el marido de–

nunciaba a la 1nujer, ésta al marido, el hermano al herma–

no, el fraile a sus compañeros, i así sucesivamente; encon–

trando en el Tribunal no solo amparo a las delaciones mas

absurdas, sino aun a las que dictaban la venganza, la en–

vidia i los celos. Ni siquiera se escu·saba el penitente que

iba buscando reposo a la conciencia a los piés de un sacer–

dote, pues, como declaraba con razon el agustino Calancha,

sus centinelas i espías eran todas las relijiones i sus fami–

liares todos los fieles

5 •

El pueblo que por sus ideas o creencias no podia resistir

su establecimiento, en jeneral no hizo nada para sustraer–

se de algun modo a las pesquisas de ese Tribunal; mas, no

así la Compañía de

J

esus, que no solo supo dentro de la

disciplina de sus miembros encontrar recursos pa¡ra el mal,

sino que tambien llegó hasta atreverse a invadir el campo

de sus atribuciones, no sin que por eso supiera librarse

en absoluto de las dentelladas que en mas de una ocasion

le asestara el Santo Oficio.

· Desde el proceso de Luis Lopez, es decir, desde los pri–

meros años en que el Tribúnal comenzó a funcionar en

Lima, ya se habia visto que la Con1pañía, de una manera

disimulada, trataba de co1nbatir la preponderancia de los

jueces, propinando en el confesonario absoluciones de ca–

sos que les estaban reservados, i hasta espresándose mas o

ménos claramente en contra de la tiranía inquisitorial, que,

celosa como era de sus prerrogativas, si pudo perdonarle a

Lopez ser causa de la perdieion de .los domínicos secuaces

de Cruz, no podia transijir con que se pusiese en tela de

juicio sus atribuciones. Bastante esperiencia, por lo demas,

habian cosechado los discípulos de San Ignacio en el caso

5.

Corónica moralizada, etc.,

páj.

620 .