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410

LA INQUISICION DE LIMA

de los fundadores de la Orden en el Perú para que desde

entónces no se esforzasen en escapar de las sentencias in–

quisitoriales.

Bien pronto, en efecto, uno de sus provinciales dispuso

que sin licencia superior, ningun miembro de la Compañía

aeeptase puesto alguno en el Tribunal, circunstancia que

no pasó tan desapercibida que éste no la entendiese i no–

tase, i sin duda que semejante proceder habría parecido

destituido de gran importancia si uno de los mismos jesui–

tas, n1inistro que fué i procurador para Ron1a de las pro–

vincias de Chile, Tucuman i Paraguai, llamado Antonio de

Ureña, no hubiese denunciado por estenso al Santo Ofi–

cio, fatigado de su conciencia, segun espresaba, todas las

tretas a que dentro de la Orden se estaba ocurriendo en

menosprecio del Tribunal de la fe.

Contaba, pues, el denunciante, que pareció sin ser llama–

do, en

25

de agosto de

1622,

que todos los miembros de

la Compañía que en el Santo Oficio habían delatado algu–

na cosa habían sido reputados por díscolos i por indignos

de todo cargo.. 11Que en el año de seiscientos

y

diez

y

ocho, a prin1ero de agosto, se con1enzó la congregacion

provincial en este Colegio de San Pablo, al qual vino una

carta dirigida a la misma congregacion o al provincial, la

qual vió este denunciante ocularmente, que se la mostró

y

leyó el padre Juan de ·villalobos, rector que a la sazon era

y

consultor de provincia del noviciado, la qual carta con–

tenia que en el Colegio de Oruro

(y

le parece tambien que

en el de Potossí) algunos de la Compañía habían solicitado

en confesion algunas indias bonitas, las quales habiendo

ido a confesarse con el que escribió la carta, le decían que

·como no le decian en la confesion vida mia, mis ojos

y

otras palabras de amores que en la dicha carta estan en

lengua de indio,

y

que se acuerda de

zanco paca,

que

quiere decir mi corazon,

y

otras de que no se acuerda,

mas que todas ellas son de amores

y

deshonestas,

y

que el

que escribió la carta las había dicho, hijas mías, en confe–

sion no se usan esas palabras, a lo qual habían respondi–

do ellas riéndose que así lo hacían los padres de la Com–

pañia, por lo cual decía la dicha carta

y

encargaba mucho

que mirasen los superiores por la Compañía, porque por