CAPÍTULO XX
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ni mas Dios que la n1is·ma naturaleza de las cosas, que en
ella Re encerraba todo, y
g
ue muriendo los hombres, mo–
rian sus almas o paraban en la misma naturaleza y su
eternidad.
11Que si hul>iera de haber infierno, babia de ser para los
reyes
y
poderosos, para clérigos y frailes, que sustentan
del trabajo ageno; que
~o
se debia comer carne ni sangre,
sino yerbas, como comen los demas animales, miéntras no
instase la necesidad y los achaques y enfermedades.
11Deeia de ordinario que para qué se ha de prohibir a hom–
bre juntarse con la mujer que Dios, la naturaleza, la crió
para eso, y a cada uno dió su miembro para aquel efecto,
esplicando ésto con palabras deshonestas.
11 Que era invención ,digna de reprobarse la sugecion al
rey
y
al papa, y el confesar a otro sus flaquezas,
y
que
nuestra ley eYangélica al principio era suave, pero San
Pablo, con un espíritu de contradicion, la echó a perder,
prohibiendo la pluralidad de mugeres,
y
dando lugar a que
hubiese monjas y frailes, con que se impide la procreacion.
11Háse declarado con estas tres personas en distintos
tiem.pos y ocasiones, que no guarda la ley de Christo nues–
tro Señor, ni la de
~~iaho1na,
ni la ele J\1oyRes, refiriendo
al intento estos versos:
quos vos est clarnet poi'cus et
Christus asellus, h1:s sat a princi]Jis, est tib·i 1nundi sa,lus
'(sic);
que solo guarda la ley natural, persuadiendo la guar–
dasen, porque no hay n1as Dios que la misma naturaleza,
y
que muere la alma con el cuerpo, y así elijo: Aristóteles,
post
1?I.01"ten~
est quod juit antea.
11Que no hubo Aclan ni diluvio, ni ha de haber resurrec–
cion de la carne, ni
hay
diablos, ni brujas, ni Christo fué
Dios, ni está en la hostia, ni su santísima Madre fué vír–
gen, que Lár.aro no resucitó, sino que fué un ernbuste que
se hizo para .engañar, y que la que llaman estrella de los
magos fué un cometa de los ordinarios,
y
los christianos
han levantado el ernbuste de que era estrella,
y
por '
Christo.
'
11 Que entre las leyes la ménos mala era la de Mahoma,
porque se llegaba mas a la natural, permitiendo seis mu–
geres, y así se había de señorear de todo el mundo, que la
TOMO
JI
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