CAPÍTULO XX
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dores, que no habia podido dQblegar ni la amistad de
cuarenta años que 'el Metropolitano conservaba con Gai–
tan, ·era, sin embargo, fácil ele esplicar. Cuando se propu–
so a Bustamante i se convino despues en retirar su
eleccion, el Tribunal significó al Arzobispo que seria
conveniente se pasase sin nombrar juez ordinario, confi–
riendo su poder a los mismos Inquisidores, pretension
que como no tuviera efecto, le instarot1 en que por lomé–
nos se fijase en don Pedro de las Cuentas, que acababa
de ser promovido a la n1aestrecolía de la catedral, pero
que aun no habia tomado posesion de su oficio, esperando
·que se le diese reemplazante en un puesto semejante que
servía en la Paz, donde residía. Las partes interesadas
ocurrieron, en vista de esto, al Consejo, donde se resolvió
que no se diese entrada en el Tribunal a ninguno de los
propuestos.
De tnas nota que el ya referido eran, sin duda, los en-
, cuentros que venían suscitándose con el Virei. Rabia trai–
do éste de Espáña en su compañía a un caballero del há–
bito de Santiago, llamado don Luis de Sotomayor
Pimentel, para confiarle la administracion de las,minas de
azogue de Guancavelica, de cuyo lugar hubo de regresarse a
Lima por órden del Marques, i donde, a poco de llegar,
fué preso por la Inquisicion, porque siendo familiar de
ella, se le acusaba de cierto atropello con1etido en la mis–
lna capital del vireinato: prision, decia el Virei, que fué
puramente simulada, i que al fin consiguió se alzase con
el objeto de que le acompañase a las minas para donde
estaba de partida.
Decian, en cambio, los Inquisidores que ellYiarques se
había hecho reo para con ellos de haberles violado la co–
rrespondencia que les venia de España, como sostenian
que ejecutaba tambien con la de particulares, a fin de
cerciorarse de los que le eran o no afectos.
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Los tropiezos con el Conde de Alba, sucesor del Mar–
ques de Mancera, en que le acompañaban todos los oido–
res, se habían pronunciado mui desde el principio de su
gobierno, .desde que trataron de desaforar al contador Pe-
6.
·Carta
de 22 de noviembre de 1645.
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