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LA.

INQUISICIÓ~

do actos de 'esta naturaleza, cuyos detalles sería

repugnante referir.

La causa contra Luisa ele los Reyes había sido

remitida de Manila á mediados de 1665, la cual se

agregú á la testiflcació,n hecha en México por aqnel

don Francisco de los Ríos, expulso de la Compaflin,

de quien hemos hecho ya mención,

y

pasados los

antecetlentes en vista al Fiscal, se acordó el examen

ele algi'1n testigo importante

y

la formación de pro–

ceso apa rte contra·el P. Femández.

Seri.t muy largo ele extractar todas las deposicio–

nes que resultaron contra éste·, ele los raptos que

snponin. en la india t.agala, cuando después de comer

se iendia ésta sobre un colchón, «sin clesoompo–

úorse»

y

hacía visajes, apretaba los clientes

y

\'Ol–

vía los ojos

y

hacia con las manos como que llani.a–

ba,

~' el

dicho padre decía que llamaba á algún ún–

gel;

el<'

cómo tenía largos borradores ele

la vida.

do Lui sa con la historia de sus raptos y revelacio–

nes, etc., ·etc.

1

Como cómplice ele estos hechos se formó también

cau~>a

al P . Javiei' Riquelme, porque tenía dicho

que á ruegos

y

oraciones del P. Fernánelez había.

Dios prorrogado' la vida á L.uisa «para que dicho

padre Fernitnclez gozase de su espíritu.»

Todos los antecedentes se enviaron al Comisario

de Manila, para que con todo secreto recibiese infor–

mación

y

examinase los testigos citados,

y

entre

éstos el P . Juan Ba.utistá Surero, vico-rector del

Colegio de la Compaiíía, que figuraba también como

cómplice en la causa.

Hizo el Comisario lo que le ordenaban

y

á media-