CII
LA INQUISICIÓN
él viviese, no esperara dél sinó aquellas afrentas;
y
este declarante, porque el dicho Diego López no vol–
vió más á andar por el aposento, se salió paso á paso
del dicho cuarto y muy escandalizado se fué al suyo,
y
le parece que duraría todo lo susodicho cerca de
una hora, porque luego dió la una.
Item, dijo, que un día
ú
dos despues do lo susodi–
cho, entre las once
y
doce del día, fué este decla–
rante al aposento deJ .dicho Diego López,
y
entrando
en la mitad del aposento, oyó que el dicho Diego Ló–
pez éstaba hablando,
y
pareciéndole que tenía algu–
na visita el dicho Diego López, se detu\'o en modio
de la puerta del dicho aposento,
y
alargando algo el
rostro, le vió al dicho Diego López que estaba arri–
mada á otra mesa que tiene junto
á
su cama
y
arri–
mado al dosel del Cristo que tiene referido,
y
que
le estaba diciendo palabras injuriosas y afrentosas
con el dedo levantado con enojo; y de las que se
acuerda este declarante son que era un embustero,
embaidor,
y
que si era hijo de Dios, cómo el pueblo
no clamó que le librasen, y clamó para que librasen
á Barrabás;
y
decía juntamente otras cosas, y pat'O–
ciéndole á este declarante que aquellas eran palabras -
de hombre loco y sin juicio, por lo que la noche an–
tecedente había vi to, hizo ruido con los piés,
y
o! di–
cho Diego López volvió y so vino hacia donde estaba
este declarante, turbado
y
sin a11gro y qnejándo ·e,
puesta la mano en las verijas; y'clicióndolo este de–
clarante que qué tenía, dijo que de improviso le había
dado un dolor de hijada, que estaba rabiando y pi–
diendo á Dios esfuerzo para poder llevar aquel do–
lor; y
e~le
declarante le dijo que le pesaba -mucho
del dolor que tenía, y que á lo que venía no se
lo
quería tratar por estar de aquella manera, que otro