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- 362-

derecho sois vosotros. ¿O todavi a ha,cei s empeño

c10-·

teneros por justos é inocentes en la cnestion con las

naciones? Pero entonces, misioneros de otro mundo·

y de otro siglo ¿qué haceis aquí?

47'!.

E l siglo actual desconoce á los jesuitas, no los

necesita, los repele. Todo, ello es natural, porque el

jesuitismo reprueba lo que proclama el siglo. Liber–

tad de una parte, y absolutismo de otra, no pueden

entenderse, se esclnyen. ¿Será estraño. que los aman–

tes y sostenedores de la ley de progreso huyan de los

secuaces de la obediencia ciega, de los desacreditado–

r es de la r azon, de los·retrógrados, y cuando menos–

estacionarios? lia pasado el tiempo deljesuitismo, si–

no pa,ra quejarse y llorar con los mon'arcas absolutos.

)[o

se necesitan ya bubs de papas para estinguir la

eompañia, como las bulas no han bastado para rehabi–

Jitarla: hay otro poder mas fuerte y eficaz en nuestro

s1glo que la autori dad papal, y es la

Opinion.

El dardo lanzado por Clemente XIV no dejó bien

muerta 1a institucion de San Ignacio; porque el triun–

fo de las ideas no es completo de contado, como pue–

élc s0rlo en un campo de batalla., doJJde

á

brazo·y bala

pclean los soldados. Las ideas necesitan estar madu–

:t·as pm;a triunfar completamen te;

y

mientrat~

tanto sus

defensores, unas veces venciendo y otras vencidos, no

renúncian de sn causa, sino que 1a refuerzan propa–

g~ndola.,

hasta que algnn d]a sea la causa general con–

t ra unos pocos interesados.

La

desgra~ia

sufrida por

la compañia en

1773

aumentó 1a decision de sus par- ·

tidarios, que la arn:aron y respetaron mas como

á

co–

sa sagrada--Tes

sacra miser;

y la rea.ccion sobrevenida ·

en

1814

exitó el ardor de Pio VII que se creyó pode–

roso de dar vida c·on su palabra á la estinguida com–

pañia; pero

el

a1iento· de ,los papas no tiene virtud de

crear ni destruir ,en el ·siglo XIX. Recuerden sino los

lectores, que si Clmnente XIV estingnia la orden de–

los jesuitas para siempre ó

perpetuamente,

Pió VII la.

restablece en bula

perpétua é irrevocable.

Si Piq desai–

ró la palabra de Clemente, ¿no habrá quien

cl~je

des–

airada y burlada la pala.bra do Pio? Y no lo entende-