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J1abb resistencia,

y

de ahí Jos estragos

y

hasta lo es–

cándalos.

En

tales circunstancias no era difícil cono–

cer de que lado se pondrian los ey-jesuitas. Centros de

1

la intriga, instrumentos de la intriga.,

y

en cansa 'co–

ro

un

oon

los obispds

y

el clero

y

los nobles,

y

todos

los desafectos

;.1

la revolucion, natural era, que quienes

padecianjuntos, resncitasen juntos para gozar. Resu–

citó pues la compaília

con

la reaccion política, y como

un accidente que la acompañaba, uo valiendo de por

si,

y pudiendo haber quedado en las tinieblas

sin

que

lliciera falta; pero

h

bnla de

Pi

o VII la presentó ador-

llada á

la

f<1z de

las

naciones.

·

:Mas

¿qué decia, que traia 'en su 1me·¡ra vida? Los

servicios

prest~dos

oscuramente para desacreditar y

ochar abajo la obra de la revolucion, serian1neritorios

á

Jos interesados en el movimiento r eaccionario; se–

rian agradables á los que aborrecían de muerte la re–

volucion y lo hecho poT ella; serian de la aprobacion

de losmonarcas para sostenerse en su lej itimidad, yse–

l'ian los jesuitas instrumentos poderosos ele accion en

]a mano de Jos reyes absolutos: mas ¿eran acaso

úti~

les

á

los intereses y derechos de los pueblos? Ya se

ha visto ]a 1ij ereza; la ceguedad con que procediera

el Rey nieto de] que los estrañára de España. Las

ra~

zones en que se fundára Carlos III no habian perdi–

do su virtud, así como las alegadas en el breve de es...

t incion. La compañia era una aparicion ele malos re ...

cuerdos,

y

que no traía consigo ninguna nueva razon

de su existencia, porque las razones de Pio VII no

convencen, ni destrllyen la virtud de las alegadas por

su predecesor. Apareció la compañia, aunque en

gra~

do muy inferior por cierto, como ]a santa

a.lian~

za de los déspotas, que 11icieron distribuciones

á

su

placer,

y

dictaron reglas

y

tomaron disposiciones que

:p1antuvieraan

á

los pueblos en su deber, es decir en el

silencio y la obed.iencia ciega, para que no ee

tumul~

tnarán otra vez, para que

110

r etoñára la revo1ucion,

sin advertir ¡pobres monarcas! que la revolucion de–

jára semillas,

y

en algnnas partes se convirtieran

en

tlr1)01cs, que iban eblJor:1ndo sus f1·ntos

para

el ticm..