POR MAN·U
~L
M. S.A
LAZAJt.
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na. Es muy célebre
entre
estos San
Simón
Estilita quepas(> gran parte de su vida 1)a–
radG sobre una
~olumna.
Para mantener
la Iglesia la pnreza de
los fieles impuso
á
los pecadores severas
penitencias que en un
principio fneron
pú–
blicas
y
duraban much0s a.ños;
y
por medio
de la excomuci6n
exp1.!llsaba
á
los apósta–
tas
y
á
los
empedern.idos,
siendo indispen·
sable que
manifestasen
un
sincero
arr.~pon
timiento
para
que
fueran
nuevamente ád–
mitidos
en su seno•
y
disfrutasen
de
las
gracias
c.oncedíd
as
á
los
demás
cr.istianos.
Cuando
la
Iglesia
se
extendió,
BQ
fné
po–
sible con&er.:va.r la co
nupicJ.ad<te
bienes
que .
tan co•nven
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y
se..Q.edicaron
á
la
indus·tria,
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dellitás
:tuedí('.)S
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tos
para aumentarlas; pero
siempr6
se
cre–
yeron
obligados
á
s0correr
,á
1os i:ndigentes· '
y
á
C(i)lltri
bnir
con
0freudas
voh1nttvrias
pa–
ra las
neceqidades
de. la
J
gle.sia. De estas
9frendas se
hacian
tres
partes:
uu.a para
el .
sostenimiento
de
los sacerdotes;,
otra pa¡ a,
el culto,
y
la teircera para los pobre.8, via–
jero'S,
esclavos
y
demás
seres
desgraeiad:t>s.
Jer~rqufa.-Deshle
el princii)ie
d~l
Cri.s–
tianismo existió diferencia entre los miuís –
t~os
de la. religión q !le tomaron el nombre
de
t!)lérigos
y
el restG-
dt)
los fieles que se.
Il~~aiFon
legos.
Pero
ao
tod:ós
los
clérigQS
ejercieron
las mismas
funciones, ui tuvie·