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I

'

POR MANUEL

x-.

$.A.LA.ZA.lle

89

Jlo:

á

nadie perdon@ la persecución. Entre

los innumerables má.rthes que perecieron

son muy n0tables: en Italia el cómico San

Ginés., Pancracio de catorce años,

é

Inés de

doce; ea España los niños Justa

y

Pastor,

San Vicente y la vfrgeri Eulalia;

en

las Ga–

lias, Sa,n Quntin y San Víctor,

y,

fina:lmente

la Legión Tebana, compuesta de ·soldados

cristianos, que en número ele diez

mil

fue–

ro~

asesinados por haberse rÍegadd

á

ofre–

cer un sacrificio

á

los dioses. Esta perse–

cuci@n .. que du>ó diez años

y

se

e:xtendió

por todo el Imperio,

fué

el último esfuerzo

del paganismo contra la Iglesia que, fecun–

dizada con la sangre

de

sus mártires, se

extendió

rápi

ar~ente

ñasta convertirá su•

mismos persegl!li ores.

C{lrácter e los

suplic1os;-La , ley que

condenaba

it

los Cristianos eua

inícna,

por–

que uo existía crímén

qu~

castigar;

y

los

tormentos que se inv,entaron contra ellos,

fueron hoFribles: anos eran envueltos en

pieles de animales para ser devorados por

los perros; otros, cubiertos

de

túnieas em–

breadas, servían

de

antorchas para alum–

brar los paseos públiees; muchos fueron

arrojados al Circo para

ser

destrozad(i)S pór

las fieras

6

acuch.illados por los gladiado–

res,

y

un gran número pereció en las

llamas. También se empleó

contr~.

los fie–

les el látigo, el aceite

y

la pez birviend.o

las

tenazas,

las parrillas, :y t.odo lo

<

1J.Ue

pu

do imaginar la más

~efi.nada cru.~ldad