POR MAN-UEL M. SAL.AZAR.
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muudo
de
Peña.fo[·,
tuvo
tarn bien
por
obje–
to la
redención'
rle
los cautivos
cristianas _
rlel poder de los TRrcos; ifué confirmada
por
G1·eg-orio
IX,
SA
@sparció
en
España
y
des–
pués en Amédca.
Reforma de la.s
Drdenf}s
JilU.ti.guas.-Oon
et
trascurso
del tiempo la.s urde11es
religio–
s:ts llegaron
á
t11rn gran
deeadencia:
las
r · .
glas primitivas
sé
habían relajado,
los
bie–
nes de la
comunidad eran
d~spilfarradGs,
y
los frailes, olvictando su santa misión, se
habían
entregado
a.l
mnnJo. Se hizo,
p111es,
necesaria la irefo:rma de 10s mona.sterio1'.
ifJOS
Cemcilios
de
Ooustauza
y
Basilea
pr0-
mnlg·airon
cánP. e
a:
m
tf~te
objeU'o,
y
n.o tail-
taron
entre
lo
o · · s
varones
virrtnosns
que ata.car0n
1
usos
y
restablecjerom
el
orden
y
la
pnm
v-a egta. Los monjes
así
reformados se llamaron
Frailes Oonv&.n·
ti¿ales
ó
Desca.lzos
para
distinguirlos
de
los
<iJ.Ueno
habían
aceptado
la
reforma.
1
Uínhtt-Os.-Esta Orden fné
ftu1d.a«ia
por
San Prancisco de Pal
u
a
q
lile, Heno d.e
1n1'
santo
celo y
deseando
imitar
la
pobreza
de
nuestro Señer
Jesucristo,
se l'etir@
á;
lilna
ermita cerca.. de Paula, en donde viyi6 al–
guu tiemp@
solítariq.
Habiénd0sele
uni–
do
algunos
compañeros que quis1eron
vi–
vir
bajo
su
dirección, h1stituyó
la Orden
de
los
Mínimos
(14154] que · fué
ap-robada
por el
Papai
Sixtó IV
y
que muy pronto