152 / 308
t
130 ]
Bossuet,
á
que hice- referencia en el Úl\imo párrafo
del capítulo anterior. " El hijo de Dios, dice; que–
rienrlo que su iglesia fuese una, y que estuvie.se só–
lidamente fundada sobre la unidad, estableció é ins–
tituyó el primado de san Pedro;> para conservarla.
A~¡¡i
que nosotros recanocemGs en el príucipe de los
apóstoles aquella misma primacía, á la cual debernos
sumisio11 y obediencia, segun la doctrina constante–
mente enseñada
á
tocios los fieles por los santos con–
cilios y los santos padres. Con respecto á las opiNio–
nes cuest.iona,das en las escuelas, como no son artí–
culos de fé católica, tengo por excusado hacer aquí
mérito de ellas, aunque los pretendidos reformados
no cesen de alegadas para hacer odiosa la aut9ridad
del papa. Basta reconocer que Dios ha establecido
un gefe pat:a. conducir todo el rebaño por sus ,.vi as;
lo cual confesarán siempre gustosos los q1,1e aman la
concordia de los hermauos y la comunion eclesiásti–
ca. Y
á
la verdad que si los autores de la pretendida
reforma hubieran queritlo mantaner la unidad de l.a
igl e sia, no habrían dado por tierra con el gobierno
episcopal que Jesucristo mismo estableció, y que se
conserva vigente desde el tiempo de los apóstoles. Ni
habri;m tampoco
de~preciado
la autoridad de la cá–
tedra de saA
Ped~o,
que tiene un fundamento tan
cierto en e l Evangelio, y una sucesion tan evidente
en la tradicion; sino que antes hubieran Cti>nserva–
d_o fielm e nte la. autot·idad del episcopado, que man–
tten~
la unidad en las iglesias particulares, y la pri–
m~ma
de la S¡Inta sede, que es el centro de ·toda la
umdad católica." El inmortal Arnaud en su apolo–
gín
~e
los católicos de Inglaterra ensena la misma
doctnna y emplea el mismo lcnguaj.e. Asi pues un
pnrn~do_
_que lleva consigo el deber ·de sumision y
obedJe_neta, no
e~
un primado de puro honor y apa–
rato, stno
~e
acc10n, de eficacia y de autoridad, co–
mo
en
realtdad lo es el de la sede romana, universal-