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de los periódicos una publicidad inmensa, sin demora,
sin precaucion, ni limite. Este documento, que solo se
dirigía
á
los obispos, los obispos (micamente se han
visto privados de la facultad de publicarlo, por una Cir·
colar del Ministro de cultos de fecha del 1.
0
de Enero
de 1865.
Puedo comprar 400 números del
Siede
que contengan
la EncicHca, y enviarlos
á
todos los párrocos de mi dió·
cesis; pero, si uno de ellos sube al púlpito y lee esta En·
ciclica
á
sus feligreses, comete un abuso, y el periodista
no ha cometido ninguno.
Si en esta parroquia hay abierto un templo proles·
tante, el ministro puede leer la Encíclica y comentarla,
y no puede hacerlo el sacerdote católico.
Y ¿cuál es el motivo de la probibicion? Se afirma que
la carta del Papa contiene varias proposiciones
contra·
•·ias
á
la Oonstitucion del pais.
Por mi parte, afirmo
que esto no es cierto, y lo probaré.
Pero si esto es cierto, debiera prohibirse toda publi·
cidad,
y
el ministro protestante ó el escritor faltarían
á la ley lo mismo que el sacerdote ó el obispo.
De ningun modo.
La ley que se aplica es una ley especial, que contiene
penalidades especiales contra una clase especial de oiu·
dadanos, en virtud de una libertad especial que se !la·
ma
galicana,
inventada por dos soberanos libCI•ales espe–
ciales que se llamaban Luis XIV y Napoleon
I.
¡Ah! ¡qué lógicos tan admirables son esos liberales
corruptores de la lengua francesa que llaman
u_surpa·
cion
á
una Encíclica de un Papa. desarmado y
lil",.tad
á
la Circular de un Ministro que manda
á
todos los tri·
bunales y
á
la gendarmerin.
·
No me asombra que cierto número de mis venerados
.colegas, puestos en este doloroso conflicto de que no
somos los autores, so orean obligados
á
saltar por en·
cima de la; Circular administrativa, teniendo que defen·
der
á
un tiempo la palabra pontificia y su propia. dig·
nidad.
Se dirá
;i
la. ligera que no so exponen
á
grim riesgo.
So equivocan los que lo digan. Si son
condei?~dos,