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cida al estudio de los acontecimientos, en–
tónce veremos con horror y espanto cuan
grave, culpable é inicua fué la conspira–
cion de la filosofía del siglo XVIII contra
un instituto el mas útil y sáhio, y la mas
grande de todas las creaciones de la sa–
biduría divina en favor de la humanidad.
La Europa sábia é ilustrada no se repón–
drá jamás de esta inmensa
p~rdida,
cuyas
consecuencias no han tardado en sentirse
en el órden social y religioso, alcanzando
tambien á los mismos autores que con
una obcecacion incomprensible y una ín–
justicia y tenacidad sin ejemplo en el mun–
do, procuraron y consumaron tan infando
desafuero: hombres y gobiernos que por
otra parte se gloriaban de un catolicismo
acendrado y una sumision, pero hipócri–
ta y farisaica, á la autoridad de Dios y de
la Iglesia. La espiacion no se ha hecho
esperar largo tiempo. Eran los Jesuitas,
por efecto de una preparacion nunca bas–
tantemente admirada, los maestros mas
aceptables y gratos á la juventud: sus mo–
dales finos y elegantes. desterraron de las
lecciones y enseñanza el tono pedantesco
que resistía la infancia, y los niños veian
en ellos, mas bien qqe maestros, unos
amigos y unos padres congregados en plá-