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causa comun, para celebrar la supresion
de la Compañía , diciendo
á
Voltaire:
"acabamos al fin de lograr una inmensa
victoria;" como Soberano de un Estado,
escribía así á su digno amigo.-"No co–
nozco Sacerdotes mas virtuosos: reconci–
liaos con un órden que ha dado en el si–
glo pasado los hombres de mayor ingé–
nio: los conservaré [á los Jesuitas
J
como
una semilla preciosa que suministraré mas
tarde á los que traten de cultivar una plan–
ta tan rara como inestimable."
El espíritu del protestantismo había
hallado eco en las cortes de los Soberanos
Católicos; y se hizo secundar admirable–
mente para llegar al esterminio de sus
enemigos mas terribles é impertérritos.
Véase lo que escribía Calvino á uno de
sus sectarios. "Por lo que hace
á
los J e-:
"suitas, nuestros contrarios en todas par–
"tes, es preciso á todo trance acabar con
"ellos, matarlos, y si esto no es fácil, ni
"posible, arrojarlos ó espulsarlos, y si ni
"aun esto, anular su crédito y denigrar–
"los, sea con la calumnia, sea con lamen–
"tira y la impostura." Esta táctica digna
de tal maestro, certera y segurisima en
todos tiempos, no ha sufrido la menor
modificacion; porque nada hay que pueda