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fiaréi s este alto Sacerdocio á hombres
competentes,
á
los que la esperiencia y la
historia, os designan como los únicos ca–
paces de restaurar las letras y las ciencias,
y precaver
á
la sociedad de la ruina y de
la perdicion que la amenazan.
Los que por una ingratitud la mas ne–
gra y repugnante,y la ignorancia mas tor–
pe é inescusable secularizaron la enseñan–
za elemental y preparatoria, ó con el fin
tal vez de pervertir á la juventud en ob–
sequio de la incredulidad y de la depra–
vacion de las costumbres, secundando asi
el propósito de la infernal rebelion del
siglo XVI, cometiéron el mas horrendo
crímen, no tanto en el órden religioso, co–
mo en el social: estirpáron el único ele–
mento de vida, la única garantía que salva
á las ciencias del desborde y del estravío,
y á la sociedad del único preservativo c·on–
tra la seduccion de una sabiduría falsa y
acéfala, indómita y subversiva de todo
principio de órden y autoridad, porque
la sabiduría atea es el orgullo y la rebe–
lion contra el órden divino y el órden so–
cial; pero volvamos á nuestro propósito.
Antes del terrible sacudimiento que
cambió
la faz
de la Europa
y
las
idea del mundo civilizado, existían en