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tud debe limi tarse
á
la simple esposicion
de los hechos
y
de las datas ó épocas, co–
mo una especie de moral
en
accion, for–
mada de los rasgos heroicos,
y
con los ca–
ractéres mas bellos
y
digno s de aplauso é
imitacion. La inteligencia de los jóvenes
no puede penetrar por sí misma en el es–
píritu
y
esencia de los acontecimientos,
y
elevarse á la razon de los hechos que es
la filosofia de la historia:
y
necesita un pro–
fesor hábil, discreto
y
cristiano que le su–
ministre las reflecciones á que dá lugar la
relacion de los acontecimientos.
Por identidad de razones no puede
hacerse el estudio de ]a filosofia ni al prin–
cipio ni al medio; debe ser al fin
y
la co–
rona de la instruccion de la juventud. Si
queremos hacer filósofos é historiólogos
antes de tiempo, lograremos tan solo crear
hombres presumidos
ó
fátuos,
insoporta–
bles é incapaces: especie de enanos inte–
lectuales que se empinan sobre las puntas
de los pies para igualarse á los hombres.
Por consecuencia, el estudio de las
lenguas científicas,
y
la lengua patria, los
elementos matemáticos, la física, la geo–
grafia
y
la cronología, la retórica,
la
filo–
sofia, el estudio de la historia sagrada, de
la religion
y
del catecismo ampliado, se-