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3.
E l G obierno de la I g lesia
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es monárq.,íco.
Pa ra d escubrir el
~
nt ido y valor de
esta
singula ridad,
basta conoce r el caracter de
J·.
C. ó tener á
la vista un a d e
las máximas, que al caso enseñó
á
su• Apóstoles-" los
r e–
yes d e las naciones las tratan con imperio: no h a beis de set·
así vosotros; antes b ien e l mayor pórtese como el men or, y
el q ue tiene la p reced encia como sirv iente." Véamos a h ora,
si los Apóstoles comprend ieron esta ieccio n. Para llenar la
vacante d e Judas, Pedro d ijo
á
los hermanos que
eligiesen.
P ara el ·n omb rami ento de los siete Diáconos, los doce A pós–
toles convocaron á tod os los d iscípulos: la asamblea nombr ó,
y
presentó los sugetos á los Apóstoles, quienes les )mpusie–
TOn las manos. Como el D iácono Felipe había convertido
y
b autizado
á
muchos en S amaria, los Apóstoles envia ron
á
Pedro y
á
J uan, para que impusiesen las manos
á
los bauti–
zados. Co n motivo de una contienda suscitada en Antioquia
acer ca de la observancia de los legales, se acord ó q ue Pa–
b lo y Bernabé, con otros mas, fuesen á Jerusalen
á
consultar
á los Apóstoles y p1·esbíte ros sobre dicha cuestio n. Los
A p óstoles y los presbíteros, despues de un mad uro exámen,
resolvieron que los cristianos no estaban obligados
á
la cir–
c uncision
y
otros preceptos legales del antiguo testamento;
y
elig ieron personas que llevase n á Antioquia una carta,
do nde entre otns cosas asi decian:-"los Apósto les y
los
presbíteros ..... h a parecido al Espíritu Santo
y
á nosotros
no ini poneros otra carga &c." Al hacer memo ria San Pa
l.ilo
de u na de sus idas
á
Jerusalen, para compar ar con
los
demas Apóstoles el Evangelio que p redicaba, d ice que
Santiago, Cefas y Juan que eran reputa dos por columnas
de la Iglesia, convin ieron en que é l y Bernabé predicasen
ú.
los j entiles, as i como ellos predicarían á los circuncid ad os.
En el p ropio lugar escri b!ó así:-"cuan d o vino Cefas
á
A ntioquia, le hi ce r esistencia car>1
á
cara por ser d ig no d e
reprension."
Nos parece que en la sencilla relacion d e los sucesos p re–
ce3entes no habr:ín encontrado nuestros lectores un solo
rasgo q ue p ueda darles idea de
la
mona rq uía, sino por el
contrar io, un gobierno modesto que repelía en vez el e acatar
la id ea y el esp lendor d e un supremo monlnca. Antes bien,
el
Após to l Pedro d ijo así en sn epístola la.-
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