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sc
á
mi presencia; pero despues iba continuando en
sus reniegos, cuando Dios tomó de su cuenta el corre–
jirla: la castigó tan severamente, que hichándost:le la
lengua no le cabía en la boca. Esto iba acompaña–
do de una convulsion
y
respiracion tan cansada, que
amenazaba su virla luego. Me llaman
á
mí mismo
~~~~:~~~e~~~;~i
JiÓ'Jai:;.;;s
~~~~~~ñ~u~~~~¡-t~~~~d~fo~!
Otro caso me ha sucedido tambien: instado
y
con sú–
plicas, he ido
á
una casa
á
confesar
á
un hombre que
tenia el viciode maldecir, de renegar
y
de decir co–
sas deshonestas,
y
he presenciado el castigo de Dios,
hallándole sin el uso de la lengua, enteramente mu–
elo; hé aquí el que antes en los corrillos todo era ha–
blar obscenidades, reir
y
meter broma, clespues lleno
ele confusion
y
de vergiienza se está retirado en su
casa, no he.cienclo mas que llorar. ¡Oh justos juicio¡;
de Dios!
6.
0
Proctmt mortificar lossentidos, especialmen–
te la vista
á
imitacion ele la Vírgen Santísim.l, cuya
~~PJ:~~¡~;~a~~aLl~~~ae~l~ hi~fo"ri~t~~~! ~~~nrl~lf~ée:
visitar
á
su prima santa Isabel, una muger deshones–
ta de aqual paisclijo con liviandad
y
curiosidarl: ¿quién
St>rá esta forastera que viene 1an
á
lo santo
y
recata–
da?
y
con ar¡uel espíritu de curiosiclacl.propto de las
muget·es, dió algunos pasos para ver el rostro
y
traje
de la rccien llegada: mas apenas lo hubo conseguido,
j~).~~d~~d~~·;~~~id~d~~'e;~~~~m:t'l!~ f~o,~a~~' ~~:.
¡Q~é
modestia la de María! qué castidad! ... La me–
jor señal de la castidad es la gnarda ele los ojos, dice
,el
Padresan Bernardo. Aquella rnug&r que gusta