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Si bien no podemos tomar parte activa en los trabajos del Congreso
enunciado, no dejaremos de acompañarles en nuestras orac10nes.
Con sentimientos de la más distinguida con ictcración me suscribo
de Ud., señor Presidente, afectuoso y humilde servictor.
L.
Friedriclt.
E P !SCO PU::> GUA YAQU !LENSIS.
JUSTITIA. ET PAX.
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alpamíso, SeLiembre
:3'l
de 18!16.
Señor Carlos M. Elías, Presidente de la Unión Catolica del Perú y del
Consejo CenLral relativo al Congreso Católico.
Señor Presidente:
En medio del dolor que me cansaron las últimas noticias venidas de
esa Capit'.I sobre les proyectos hostiles
á
la
T
glesm aprobados por el
cuerpo legislativo, he tenido grande alegría al saber por su uota del
i:l
del presente la actitud generosa que ha tomado la sociedad peruana pa·
ra mostrarse digna de su glorioso pasado, y hacer ver al mundo qne
todavía vive en el Perú la fe de Sto. 'l'onbio, y el perfume de la Vir·
gen Rosa de Lima.
¡Bendito sea Dios! que los católicos de esa
R~pública
se hayan pro
puesto mostrar su vitalidad y energía trabajando con la constancia y
entusiasmo de los católicos alemanes y belgas para manten<'r firmes
sus
creenci~s
y rlerechos contra los ataques de ia impiedad y contra la
flaqueza del respeto humano.
No pudiendo yo hacer otra cosa,
á
ladistancia en queme encuentro,
y
bajo las angustias del ostracismo, corre ponderé
á
lo menos con mis
oraciones
á
la memoria qne Ud., con el Consejo Central, se ha digna–
J o hacer de mí, y al anhelo que tengo p::>r la glo•·ia, ex tltamón
y
liber·
tad de la Iglesia peruaua, que no dtldo serán magtuficamente promo–
vidas por los Congresos que van
á
tener lugar periódicamente.
Alabo la idea de la Unión Católica que se vale de tan porleroso me–
dio para reunir las voluntades dispersas, y acaso acouardadas con los
triunfos del espíritu del mal,
á
tin de que con la unión se multipliquen
sns fuerzas y formen esa barrera inexpugn&ble de la opinión, contra la
cual se estrellen todos los golpes del poder. y se disipen torlos los frau–
des de la diplomacia. Así veremos un día en la patria de los santos,
merced al trabajo de los Soctos de la Unión Uatólica,
reivindicadC>s
los derechos de la santidad y la justicia, que por falta de iniciativa en
la defensa, iban pereciendo
y
amEc>nazando_ al Perú con una decadt:ncia
más dolorosa que la cansada por sus contienda civiles.
Todo está en que podamos vencer la inconstancia, de qne se nos acu–
sa
á
los
americ~tnos,
y
qne el solemne Congreso Católico que va
á
inan–
gurarse en el presente año se repita eón la mayor frecuencia, para que
pueda dar los benéficos frutos, que se han recogido en ot1·os pueblos
civilizados, en donde la persecución al catolicismo ha sido no s61o disi–
mulada como en el Perú,
~ino
declarada
y
sostenirla por hombres muy
poderosos, los que al fin han tenido que ceder á la fuerza rle la verdad
y
á
la energía de los católicos uuidos.
Mucho e pero, señor Pre ideute, de esta obra gloriosa iniciarla por
la U nión Católica, porque U des. han puesto su confianza en Dio>, en
la protección de los Santos, en la del Vicario de Jesucristo, y en las
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