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PRES!DENC!A

del

H .

.CONCE.fO

MUN[Q!PAl~.

LA PAZ.

- 286 -

La Paz, Setiembre

14

de 1896.

Sr. Carlos M. Elías, Presidente de la Unión Católica del Perú.

Lima.

Señor.;

Me es grato corresponder á la atenta comunicación que por medio

del Rdo. P.

F~ancisco

de Sales.Soto, se ha seuvido U

rl.

dirigirme, in·

vitándome al Congreso Católico que debe reunirse en esa Capital.

En contestación tengo el sentimiento de manifestar á Ud. que las

funciones de Presidente del

R.

Concejo Municipal de este Departamen·

to me privan de la alta honra de concurrir á la necesaria Asamblea

que, en pro de los intereses católicos, debe 1·eunirse bajo los ausp1c10s

de la digna Sociedad por Ud. presidida. Cuente Ud. con mi adhesión

á todos los actos de esa respetable Asamblea.

Ruego á Ud. se sirva inscribirme en el número de los Socios Coope·

radores, á cuyo efecto he emposado en manos del Rdo. P, Soto la cuo–

ta respectiva.

Aprovecho de esta oportunidad para presentar

á

Ud. las segurida·

des de distinguida consideración con que me suscribo muy Atto. S. S.

Julz'an

Cisn~ros.

TEHCl!:RA ORDEN DE S. FRANCISCO.

LA PAZ.

Noviembre 2 de 1896.

Señor Presidente de ·la Unión Católica del Perú, D. Carlos M. Elías.

Señor Presidente:

La Divina Providencia que rige los acontecimientos con suavidad y

fortaleza, vela solícita sobre su Iglesia. Sin embargo, al paso que per·

mite, en sus mescrutables designios, que sufra grandes y terribles per·

secuciones para prueba, también le depara espléndidos triunfos para

consufllo.

Harto notorio es, señor Presidente, que la impiedad moderna se hi–

zo la ilusión de dar á la Iglesia de Cristo el golpe de gracia con la

usurpación del poder temporal, y el afan que tiene hoy para que los

incautos, ó crean que ya no existe, ó que se halla: monbunda.

Vano intento! Necia pretención!

Allá en el Vaticano, ciertamente, entre aLueas cadenas se halla pre·

so el Papa Rey, mas también es cierto, que sus fraternales reclamos,

repercutiéndose en los cuatro ángulos de la tierra. hallan poderoso eco

en millones de corazones que baten unísonos al impulso del Espíritu

de Dios.

La reacción católica que, á la voz del Vicario de Cristo, se opera

majestuosa en ambos mundos, entre otuas cien invenciones ingeniosas

que la cariuad inspira, tiene su más sublime y elocuente expresión en

los Congresos Católicos que vemos realizarse con frecuencia consolado·

ra en las principales naciones ele! viejo mundo.

Estos grandiosos acontecimientos ¿no son, por ventura, una prueba

contundente de la divinidad de la Iglesia de Cristo, la confusión de la