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bena, en el Nilo,

y

dió

a

sus monjes una regla

de vida comun. Por la misma época

S~n

Hilarion

estableció-en el desierto de Gaza otro monaslerio

con su régla;

y

bien pronto la vida monástica

se esparció en la Palestina, Siria

y

Asia Menor.

San Bas ilio Magno tambíen ejerció una gran ia–

flueucia sobre la vida monástica en el siglo IV .

dió nuevas

y

sábias leyes para la vida comun

y

fundó en Neocesárea un monasterio d el que

salieron eminentes defensores de la lgfesia con–

tra los arrianos,

y

en Capadocfa olro para mu–

geres.

El Monacato eu. Occidente-La

vida

monástic_a

fué

descono r ída en Occidenle hasla la

época en que Sa.n Atanasio, perseguido por los

arrianos, vino á H.oma. Describió entónces la

vida solitaria de Oriente, y entusasmó los áni–

mos con la narra cion de la historia de San An–

tonio Abad. Posteriormente San Ambrosio y San

Ge1•ó nimo propagoron en Italia la ins1itucio11

mon ástica, San Agustín trató de difundirla en

Africa

y

San Martín de Tours la estableció en

Francia. A consecuencia de estos esfuerzos la

vida monábtica se propagó rápidamente en Oc–

cidente;. pero los trastornos ocasionados por las

invasiones de los bárbaros debilitaron el fervor

monacal; y relajada la severidad de la regla se

hizo sentir la necesidad de una reforma.

San Benito de

Nurcia-Este admirable

Santo puede consíder::irse como el padre de la

vida monástica en Occidente. Educado en Roma,

se retiró, huyendo de la corrupcion, á una de–

sierta gruta en la que al principio vivió ignora-