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DESPUES DE PENTECOSTES.
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verifique todo esto. Por lo que mira á la ruina de Jerusa–
len , por esta generacion se puede entender el siglo en que
el Salvador predecía todas aquellas calamidades. En efec–
to, todo cuanto habia predicho se vió cumplido dentro
del espacio de cuarenta años. Por lo que mira á la fin del
mundo, por esta generacion debe entenderse .,
ó
la últi–
ma edad del mundo y de todo el género humano" segun
san Gerónimo, ó la Iglesia, segun san Crisóstomo ; la
cual á pesar de todas las persecuciones debe subsistir has–
ta el fin del mundo.
Ccelum., et terra tra11sibunt, verba autem mea non prce–
teribunt.
El cielo
y
la tierra pasarán; pero mis palabras
no pasarán. Veis aquí la última edad del mundo;
y
os
di–
go en verdad, que el mundo no se acabará sin que haya
sucedido todo cuanto he dicho. Mis palabras son unos
oráculos incapaces de engañar. El cielo , aunque inco–
rruptible,
y
la tierra aunque inmoble, pueden perecer,
y
volver
á
caer en la nada; pero lo que yo os digo no pue–
de faltar; pues todo cuanto ha de suceder hasta el fin de
los siglos lo tengo presente;
y
cuanto hay de mas estable
~n
la naturaleza está sujeto
á
mudarse : solo las verdades
que os anuncio son constantes
y
eternas.
La Iglesia empieza
y
acaba el año eclesiástico por el
evangelio de la fin del mundo
y
del juicio final;
y
cada
uno de estos evangelios, el úno segun san Mateo, el ótro
segun san Lúcas , termina con estas palabras:
El
cielo
y
la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán.
El pen–
samiento del juicio final debe acompañarnos toda la vi–
da. San Gerónimo
y
otros muchos gra11des santos le te–
nian siempre presente;
y
esta terrible verdad era el asun–
to ordinario de su meditacion de cada dia. Co·mo la Igle–
sia alimenta todos los dias á sus hijos con el pan de la
palabra de Jesucristo, dándonos para él lo cada d1a su
evangelio, nos advierte el primero
y
último dia del año,
que el cielo
y
la tierra
y
todas las cosas están sujeta
á
mudarse: que todo es caduco, que todo puede no sub–
sistir; pero que el evangelio de Jemcri,co es eterno
é
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terable. La verdad de su palabra no depende ni del hu–
mor
y
capricho de los hombres., ni de 1a vicisitud Je los
tiempos, ni de las revoluciones de Ja naturaleza.
Vt!ritns
Domini
~anet
in ceternum.
Todo lo que Jesucristo nos dixo
es infalible,
y
lo será eternamente; créase, ó no se crea
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