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DESPUES DE PENTECOSTES.

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falsos .doctores en asunto de religion no son severos .sino

con .los ótros: toda 1a indulgencia es para éllos.

Nostra autem conversatio in c<Elis est.

Por lo que

á

nosotros toca, hermanos mios , ·continúa el Apóstol, todo

nuestro comerdo

y

trato es en el cielo, de donde tarn–

bien esperarnos al Salvador Jesucristo nuestro Señor, que

dará

á

nuestro cuerpo tan despreciable por

-sí

mismo, tan

extenuado con los ayunos, con la penitencia,

y

con toda

suerte de austeridadeS'lrna nueva forma, hasta hacerle se–

m·ejante

á

su cuerpo glorioso por 1a Virtud

y

fuerza de

aquella accion con ·que puede exercer su imperio sobre

todas las cosas. Aunque el puro ·amor de Dios ·haya ,sido

siempre el ·gran móvil eque ha hecho obrar

á

los santos,

sin embargo, la esperanza tan bien fundada ·de

fa

celes–

tial felicidad, no ha dexado de excitar

amor

y

·su ·zelo.

Peto, nnte, ut asptcias .ad ccelum

,

decia al mas .joven de

sus hijos la madre de los Macabeos: t e encatgo, hijo mio,

que mires al delo,

y

te acuerdes de Ja recompensa que

está prometida

á

tu fidelidad.

San

Pablo ·exhorta frecuen–

temente

á

los fieles

á

.acordarse que no están 'sobre 1a tie–

rra s1no como unos caminantes

y

peregrinos,

y

que ·el cie–

lo es su verdadera patria ·:

Cives . sanctcrum,

y

la Iglesia

hace á Dios esta afectuosa deptecacion

'!

lbi

fixa sint cor–

da

,

ubi vera sunt gaudia

:

haced , Señor , ·que entre la ins–

tabilidad de las cosas de la tierra nues tros corazoO'es

no

pierdan jamás de vista la mansion de los bienaventura–

dos,

y

que perseveren siempre fixos ·en donde se encuen–

tra el verdadero gozo.

La

mansion de los bienaventura–

dos, la Jerusa1en ce1estial es ·nuestra

patria~

.allí reyna

Je·

su cristo nuestro Salvador,

y

a11í hemos de

tey

nat nos.

otros eternamente con él. Estando en el cielo nuestro te–

soro, igualmente debe estar en él nue'>tro corazon. Los

peregrinos

y

.Jos caminantes hablan gustosos de las co–

sas de su amada patria;

y

un cristi ano debe tener toda

su

vida,

su conve rsacion

y

su omercio sobre las cosas del

cielo~

no solo porque el cie1o es de donde nos vienen to–

.dos

nuestros socorros, sino tambien porque el cielo es el

término de nuestros trabajos , la satisfaccion de todos

nue tros de eos,

y

el dulce objeto de nuestra esperanza

( 1.

Sa!m.

i6.):

Satiabor

cum

apparuerit

gloria

tua.

/taque, fratres mei

chnrissimi

et desideratissimi,

gau·

.

Z4