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DESPUES DE PENTECOSTES.
359
falsos .doctores en asunto de religion no son severos .sino
con .los ótros: toda 1a indulgencia es para éllos.
Nostra autem conversatio in c<Elis est.
Por lo que
á
nosotros toca, hermanos mios , ·continúa el Apóstol, todo
nuestro comerdo
y
trato es en el cielo, de donde tarn–
bien esperarnos al Salvador Jesucristo nuestro Señor, que
dará
á
nuestro cuerpo tan despreciable por
-sí
mismo, tan
extenuado con los ayunos, con la penitencia,
y
con toda
suerte de austeridadeS'lrna nueva forma, hasta hacerle se–
m·ejante
á
su cuerpo glorioso por 1a Virtud
y
fuerza de
aquella accion con ·que puede exercer su imperio sobre
todas las cosas. Aunque el puro ·amor de Dios ·haya ,sido
siempre el ·gran móvil eque ha hecho obrar
á
los santos,
sin embargo, la esperanza tan bien fundada ·de
fa
celes–
tial felicidad, no ha dexado de excitar
sú
amor
y
·su ·zelo.
Peto, nnte, ut asptcias .ad ccelum
,
decia al mas .joven de
sus hijos la madre de los Macabeos: t e encatgo, hijo mio,
que mires al delo,
y
te acuerdes de Ja recompensa que
está prometida
á
tu fidelidad.
San
Pablo ·exhorta frecuen–
temente
á
los fieles
á
.acordarse que no están 'sobre 1a tie–
rra s1no como unos caminantes
y
peregrinos,
y
que ·el cie–
lo es su verdadera patria ·:
Cives . sanctcrum,
y
la Iglesia
hace á Dios esta afectuosa deptecacion
'!
lbi
fixa sint cor–
da
,
ubi vera sunt gaudia
:
haced , Señor , ·que entre la ins–
tabilidad de las cosas de la tierra nues tros corazoO'es
no
pierdan jamás de vista la mansion de los bienaventura–
dos,
y
que perseveren siempre fixos ·en donde se encuen–
tra el verdadero gozo.
La
mansion de los bienaventura–
dos, la Jerusa1en ce1estial es ·nuestra
patria~
.allí reyna
Je·
su cristo nuestro Salvador,
y
a11í hemos de
tey
nat nos.
otros eternamente con él. Estando en el cielo nuestro te–
soro, igualmente debe estar en él nue'>tro corazon. Los
peregrinos
y
.Jos caminantes hablan gustosos de las co–
sas de su amada patria;
y
un cristi ano debe tener toda
su
vida,
su conve rsacion
y
su omercio sobre las cosas del
cielo~
no solo porque el cie1o es de donde nos vienen to–
.dos
nuestros socorros, sino tambien porque el cielo es el
término de nuestros trabajos , la satisfaccion de todos
nue tros de eos,
y
el dulce objeto de nuestra esperanza
( 1.
Sa!m.
i6.):
Satiabor
cum
apparuerit
gloria
tua.
/taque, fratres mei
chnrissimi
et desideratissimi,
gau·
.
Z4