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DOMINGO OCTAVO

bienes y los males de esta vida vienen siempre de una misma

mano; y como la voluntad de Dios es la única regla de su

conducta, hace siempre todo lo que Dios quiere, y siempre

quiere todo lo que Dios hace. Ten continuamente delan–

te de los ojos este retrato

y

este espejo ,

y

considera de

tiempo en tiempo si tu devocion se parece á este modelo.

2

Contrapon

á

menudo tu devocion á este retrato,

y

corrige los defectos que advirtieres en tu conducta. Apre·

cia las mas ligeras obligaciones

y

quehaceres de

tu

esta–

do,

y

considera cuáles son las reglas de tu instituto que

guardas con floxedad. No hay cosa chica en el servicio de

Dios : sirve

á

Dios con fervor; pero ,procura que tu qevo- .

cion no sea ni adusta , ni floxa , ni inconstante : ninguna

cosa perjudica tanto.á la verdadera devocion como el mal

humor

y

los defectos groseros de los que pasan por devotos.

,

·noMINGO OCTAVO

DESPUES DE PENTECOSTES.

Como la Iglesia nuestra madre nada desea tanto como la

salvacion de sus hijos, todos los domingos junta los fieles

para darJes lecciones importantes de salvacion, para avi–

var

su fe, para renovar su fervor, para fortificarles contra

los peligros, para alentarles contra los esfuerzos

y

estrata–

gemas del tentador, para consolarles en sus males,

y

final–

mente, para sostenerles en todos los accidentes adversos

de la vida. Aliméntalos con

el

pan de la palabra de

Dios

1

fortifícalos con el uso de los sacramentos;

y

recordándo•

les cada domingo alguna

ó

algunas de las mas grandes

ve~·

dades de la religion, procura siempre con a1gun rasgo ó

efecto de los mas insignes de la bondad

y

misericordia de

Dios para con nosotros excitar nuestro amor

y

nuestro re–

conocimiento para con él,

y

llevarnos á colocar. e.n el

Se–

ñor toda nuestra confianza. Esto es á lo que se dmge todo

el ·oficio de 1a misa de este dia. El intróito nos hace acor–

dar de los mas señalados beneficios del Señor : la epístola