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DE CUARESMA.
6r
tuna, que veía ya en su tiempo el Profeta:
Pidi impium
superexaltatum, et elevatum sicut cedrus Libani:
He vis–
to, decia, á un hombre de costumbres bastante desre–
gladas, de una conducta muy irregular, á un hombre, ·
que teniendo poca religion , poniendo toda su confianza
en brazos de carne,
y
apartando su corazon del Señor,
solo se apoyaba sobre la proteccion de los grandes, so–
bre el número de sus amigos, sobre su habilidad, sus ta–
lentos y su industria; y contando poco_sobre la ayuda del
cielo, ponia toda su confianza' en el hombre:
Vidi
super–
exaltatum:
Ví
á
este hom,bre en la mas brillante prospe-
. ridad, elevado como los cedros del Líbano; colocado en
el mas alto escalon de la fortuna. Todo le lisonjeaba, to.
do le salia
á
medida de sus deseos; todo le prometía una
continuacion de prosperidades sin límites :
Et
transivi, et
ecce non erat.
¡Mas
ay!
no hice sino pasar, y ya no esta–
ba ese grande y soberbio coloso ; había caido en un ins–
tante; y esa preciosa masa, ese ídolo de la felicidad hu–
mana trabajado con tanto a.rte, levantado por medio de
tantos resortes y con tanto trabajo, sostenido con tantos
.apoyos, y que parecía babia de resistir á la violencia de
todas las tempestades, se ha desmoronado , se ha hecho
pedazos , se ha convertido en polvo en un abrir y cerrar
de ojos :
et non est inventus locus ejus:
y ese dichoso del
siglo ha desaparecido co.n tanta precipitacion ,_que no he
podido hallar el puesto en que estaba:
et non est inven·
tus locus ejus.
Tal es la suerte de esos dichosos del mun-.
do, de esos artífices de su fortuna:
Ecce
hamo
qui non
posuit Deum adjutorem suum.
He aquí un hombre que no
creyó tener necesidad de la ayuda del cielo:
Sed speravit
in
multitudine divitiarum suarum:
Estuvo confiado en el
favor de los grandes, en la multitud de sus recursos, en
la abundancia de sus riquezas, apoyos débiles, brazos de
carne, fondos caducos.
i
Quién no hubiese creido que esa
familia estaba al abrigo de todas las bor rascas?
i
que era
superior
á
todas las revoluciones de los
tiempos~ .
Las he–
rencias recaían en cabeza, no de uno, sino de innumera–
bles herederos , las substituciones iban, por decirlo así,
hasta mas allá de los siglos: los tesoros se aumentaban
todos los dias, las nuevas tierras que se adquirian todos
los dias aseguraban una fortuna que no debia caer ja-