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DE CUARESMA.

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sus

ojos, y que la magestad divina se hubiese dexado ver

en su cara. Sin embargo, tuvo

á

bien responder·

á

su pre–

gunta demasiado atrevida, por medio 9.e una prediccion

que debia demostrar su divinidad, y la cual sola valía por

todos los mas grandes prodigios. Destruid este templo, les

dixo (es á saber, despues que lo hayais destruido , Eorque

es un modo de hablar comun de la Escritura servirse del

imperativo para expresar lo que ha de suceder): vosotros

lo destruiréis , y yo lo reedificaré en tres dias. Era del

templo de su cuerpo del que Jesucristo hablaba: de aquel

templo tan sagrado que los judíos habian de echar

á

tie–

rra haciendo morir al Mesías ,

y

que el Mesías resucitan–

do tres dias despues por su propia virtud, habia de le–

vantar. El milagro de su J"esurreccion, el cual solo de–

mostraba mas el sobe rano poder y la divinidad de Jesu ·

cristo, que todos los ótros, era la respuesta que daba or–

dinariamente

á

los que le preguntaban _sobre su persona.

Ninguno de los asi rentes comprendió entonces este mis–

terio: los mismos discípulos no lo entendieron sino des–

pues que lo vieron cumplido. Los judíos creyeron que ha–

blaba del templo de Jerusalen, reedificado por Zorobabel,_

y..que no se acabó -de perfecaionar sino despues de cuarenta

y

seis años: esto es lo que hizo decir

á

los judíos: Cuaren–

ta y seis años se ha tardado en edificar este templo,

i

y

tú dices que en tres dias lo

reedificarás ~

Habiendo el Salvador permanecido en

J

erusalen toda

la octava de Pascua, hizo muchos milagros , los que fue–

ron causa de que muchas personas c reyesen en él ; entre

ótros Nicodemus. Era éste un senador de la ciudad,

y

uno

de los que componian el sanhedrin,

ó

el gran consejo de

los judíos. Se dice que era sobrino ·de G.amaliel , baxo el

cual san Pablo babia hecho sus primeros estudios antes de

su conversion. Las instrucciones del Hijode Dios, y sus mi–

lagros lo hicieron muy célebre en Jerusalen. No se hablaba

de él sino con admiracion: todos lo miraban como

á

un

gran profeta: éste era el sentimiento del público; pero el

Salvador, que conocía

á

fondo el corazon de los hombres

y

su inconstancia, contaba poco sobre todas estas demos–

traciones de aprecio

y

de veneradon, sabiendo bien, que

la mayor parte de los que lo admiraban

y

ensalzaban mas

entonces , pedirian su muerte dentro de pocos dias . Tal

es

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