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'214

LUNES CUARTO

mugcr irritada: que solos los sentimientos maternos, que

no se pueden ahogar ni disimular, podian aclarar el hecho.

Habiendo oído los da.mores

y

las razones de una

y

otra

parte , sin poder determinar nada sobre

la

verdadera ma–

dre del niño, sobre que se litigaba, hace que le traigan una

espada;

y

habiendo llamado

á

uno de sus oficiales, le mandó

que dividiera en dos partes al niño que .estaba vivo,

y

que

d_iera la mirad de él

á

cada una de las mugeres que lo dispu–

ta ban, ydecian sercada úna su madre. A esta sola propues–

ta , la que era ve rdaderamente madre del niño, se horrori–

zó ,

y

estre¡neciéndose sus entrañas de ternura por su hijo,

exclamó por uno de aquellos movimientos

y

transportes,

que la simulacion no es capaz de imitar,

y

que la natura–

leza no era capaz de omitir.

¡Ah,

Señor! os suplico no 11)a–

teis al

niño

:

consiento en que se le dé vivo

á

mi rival. Es–

ta al contrario, por

un

maligno despecho

y

una secreta en–

vidia de ver que su compañera perdiese

á

su hjjo , como

élla habia perdido el suyo, dixo : Ni cosa mas justa que la

sentencia del Rey. Pues no se sabe

á

quién de nosotras dos

pertenece el niño, que no se dé ni

á

mí ni

á

ti, sino que se

d ivida como manda el Rey. Salombn, conociendo por esta

diferencia de sentimientos cuál era la verdadera madre,

pronunció sin detenerse la sentencia en favor de la prime–

r a,

y

la entregó su hijo. Todo Israel admiró el discerni–

miento del

Rey,

y

la equidad de la sentencia: no hubo quien

no concibiera una gran estimacion

y

resp~to

hácia él: to–

dos bendecían áDios por haberles dado un

Rey

en quien ha–

bía puesto tanta sabiduría para hacer justicia. Por artificio–

. o que sea el disimulo, por mas que se disfrace la falsa pie–

dad, no es capaz de imitar largo tiempo

á

la verdadera vir–

tud ; es preci o que sé descubran bien pronto el artificio

y

el disfraz. La verdadera piedad , así como la naturaleza,

tiene un ca rácter y unas facciones que no se copian sino

muy imperfectamente. La falsa virtud ama la division, no

sirve

á

Dios sino con temperamentos, y reservándose siem–

pre alguna cosa. Se quiere servirá

Dios;

pero no se quiere

desagradar al mundo. Dios

y

el mundo son dos señores

muy

contrarios: no importa, el falso devoto quiere servir

á

en–

trambos. La verdadera virtud aborrece toda division: sabe

que es imposible servirá un mismo tiempo

á

estos dos se–

ñores,

y

nunca pierde de vista este oráculo:

Aut unum odio