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DOMINGO TERCERO
ra con impiedad
y
hace mofa· de la religiori ,
y
no tie–
ne bastante ingenio para conocer qtie por lo mismo da
á
entender que es un necio. En efecto,
i
hubo jamás ne–
cedad mas insigne que la de hacer chanza de una cosa
tan seria como la
r~ligion ~
¡.Pero, qué indignacion no de–
be causar el oir
á
esta gente ociosa, la mayor parte ca–
si $Ín religion, en quienes
la
disolucion ha emhrmecido
el espí:ritu, debilitado la ra.zon,
y
corrrom.pido el sentido
comun, hacen chacota de las verdades mas terllibles,
y
bablar corno pudiera un pa·gano de nuestros mas tremen–
dos misterios 1 ¡qué indignidad oir
á
unas qn:1gerzu las,
de un talento el mas limitado,
y
que mo tienea de gran–
de otra cosa que un fondo inagotable de presuncio.n
y
de
desenvoltura, disputar sobre la gracia ,
dec.idi.li'con des–
caro puntos de religiou, desechar con- ir
.isolencía las mas
de las decisiones de la Iglesia! ¿,Qué hubiera dicho el
Após–
tol de esta extravagante debilidad, de esta es.pccie de
fa–
natismo, si hubiera visto en los fieles de· su tiempo, la
misma licencia ,'1a misma
iuelig~ion
en las pa1abras que
se
ve en los. cristianos de nuestro siglo?
.Stultiloquium.
Razonamientos fuera de propósito·, c0nversaciones mise–
xables
·y
sin substaBcia, donde todo lleva un caráct€r de
irreligion
y.
de necedad. En efecto,
i
qué cosa mas extra–
vagante que sujetar .
á
unas
voces.
tan limitadas
y
tan
débiles como las del espÍFitu humano' , que no es capaz
de comprender la naturaleza de una. hormiga , ni de
la
hoja de un árbol, los mas impenetrables, abismos de la
divinidad, los mas G:>bscuros
mis~erios
de nue tra religion,
los adorables secFetos de la gracia
y
de la predestinacion,
y
todo lo
qt1e 1as ce1e tesinteligencia . se contentan con
adorar
in
comprender.lo?Esta licencia desenfrenada de
los partic
ulares , . }' auo delos legos, en querer hacerse
como jueces en puntos de fe,
y
doctoies supremos en
materia de re1igion, ha dado principio, ha abierto la puer–
ta
á
todas las heregías,
y
las mantiene
y
conserva. El
espíritu particular ha
ido en todos tiempos el carácter
de los hereges: lisonjea demasiado la vanidad del sexo frá–
gil
y
de los espíritt1s populares pa·ra no empeñarlos obs–
tinadamente en un partido que los hace jueces en mate–
ria de religion , los eleva sobre los mas grandes doctores
de la Iglesia. Ved aquí lo que engrosa todas las sectas,