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DE CUARESMA.

PU N T O SEGUNDO.

Considera que ademas de los medios e6munes

á

todos

los fieles, cada uno encuentra en su condicion y en su es–

tado otros medios particularés de obrar su salvacion. La

divina Providencia ha dfapuesto de tal suerte todas las co -

sas, y ha arreglado tan bien todas las condiciones, que

to–

dos son caminos para llegar seguramente .á nuestro último

fin. No envidiemos, ni el retiro de los únos, ni la tran–

quilidad de los ótros: todos nosotros podemos coger los

mismos frutos,

ó

á

lo menos otros' tan buenos, cada uno

en su propio terreno. No

seamos. ~iervos

,ni trabajadores

inútiles: hay pocas tierras que no puedan dar ciento por

uno: hay pocos talentos que no se multiplicasen al doble

si se tuviese cuidado de negociar con éHos.

No hay estado, no hay condicion sobre la tierra, ni

edad en la vida que no haya tenido grandes santos;

y

e~tos

santos, de la misma edaq y estado que nosotros, no

fueron á buscar á otra parte otros medios para hacerse san–

tos que los que nuestra edad

y

nuestra condicion nos pre–

sentan,

y

nosotros los tenemos mas numerosos que éllos,

pues tenemos el socorro de sus buenos exemplos. ¿Será bue–

no, Dios mio, que todo me prediqúe, que todo me facilite

mi salvacion, y que todo me eche en cara mi floxedaq y

mi indolencia?¿ Y será bueno, divino Salvador mio, que

solo yo me he de descuidar, no he de querer obrar mi sal–

vacion? ¿Que solo yo .tie de poner los mayores obstáculos

para

conseguirla~

iMe he aprovechado hasta aquí de los

medios que he tenido para hacerme

santo~

i

Qué he hecho

para llegar

á

serlo? Al contrario, z. qué no he hecho para

no serlo? z.Quién puede, Dios mio, snfrir

á

la hora de la

muerte estas reconvenciones? Sobre todo, z.cuándo se pen–

sará lo que tantos hombres ilustres han hecho para ser

santos~

¿Con qué fervor trabajaron tantos santos en su pro–

pia perfeccion,

y

con qué zelo se aplicaron

á

la salvacion

de los ótros? z. Qué vida mas laboriosa, mas austera

y

mas

inocente que la suya? ¡Cuántas gentes serán confundidas

con estos exemplos

!

¡Qué poco me he aprovechado, dulce Jesus mio, de los