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DOMINGO SEGUNDO

significa la costumbre que aún hay en algunas antiguas

iglesias de predicar hoy el evangelio de la Cananea con

preferencia al del dia; pero al fin, todas las iglesias se

han unido en la eleccion del evangelio del sábado ante–

cedente, el cual contiene la historia de la Transfiguracion.

Solo la iglesia de Milan conserva todavía su

antig~a

cos–

tumbre de decir en la misa de este dia el evangelio de la .

Samaritana. Este segundo domingo se llamó comunmente

Reminiscere,

del nombre de la primera palabra del in-

- troito de la misa.

Este introito se tomó del salmo 24, que diximos haber

sido compuesto por el santo Rey profeta cuantio la re–

belion de su hijo Absalon le obligó

á

salir de

J

erusalen, y

salvarse á pie, abandonado de casi todo su pueblo. El Es–

píritu santo se sirvió de esta afliccion y humillacion pa–

ra inspirarle los mas devotos y mas tiernos sentimientos

de penitencia, y la mas viva confianza en la misericor–

dia de Dios; así se vé, que eri todo este salmo

se

advier–

te la oracion mas cristiana que puede hacer un pecador,

especialmente cuando se halla combatido de los enemi–

gos de su salvacion.

Reminiscere miserationum tuarum, Domine, et' miseri–

cordiarum tuarum, qute d secu!o sunt.

Acordáos, Señor,

de vuestras antiguas misericordias, dice Oavid. de aque–

llas misericordias que exercitais tantos siglos ha. No per–

mitais que caigamos en las manos de los enemigos de nues–

tra salvacion. Libradnos, Dios de Israel, de todas las an–

gustias á que nos vemos reducidos. Estas últimas palabras

las vierte san Agustin en éstas: Líbrame,

ó

Dios de 1srae1.

de todos los motivos de afliccion que tengo. En todo

es~e

salmo pondera y ensalza David la misericordia ·del Señor

como elmotivo principal de su confianza, sin embargo de

la

mu~hedumbre

Y. gravedad de sus pecados;

y

aun toma

la gravedad de sus pecados por un motivo particular para

tener una gran confianza:

Tendrás,

dice,

piedad de mi pe–

cado, porque es

muy

grande.

Como si dixera: vuestra mi–

sericordia, Señor, es infinita; pero me atrevo á decir, que

no hay cosa que os honre mas,

y

que dé una idea mas alta

de vuestra infinita grandeza,

y

de vuestrn poder sin lími–

tes, que vuestra excesiva clemencia; como támpoco hay co–

sa mas

á

propósito para hacer resplandecer esta clemencia,