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DESPUES DE CENIZA.

seais, de cualquier estado, de cualquier condicion, viejos

y

mozos, oíd lo que dice el Señor:

Dispone domui tuce,

quia morieris

tu,

et

non

vives.

Disponed las cosas de vues.

tra ca a;

ó

en un sentido todavía mas propio segun el espí–

ritu de la E critura, arreglad los negocios de vuestra con–

ciencia, porque moriréis dentro de poco,

y

siempre aa–

tes de lo que pensais. No es necesario un profet<1¡ para in–

timamos esta sentencia. Escritura sagrada, libros esp.iri–

rituales, oráculos divinos, luz de la gracia, inspi racio nes

santas, todo lo publica;

y

á pesar de este pregon , ¿cuán–

tas personas mueren sin haber arreglado los negocios de

la conciencia,

y

sin estar prontos ni en disposicion de

arreglarlos? Mientras dura la vida, no hay cosa de que

menos se dude que de la muerte; nadie se atrevió jamas

á

dudar de élla Todos nacemos con la certidumbre de

que hemos d morir. E sta no es una certidumbre que se

adquiere; se puede decir, que se anticipa en cierto modo

al -uso de la razon. E stamos seguros de que hemos

de ~rir;

y

vivimos como si la muerte fuera incierta.

i

Por v -

tura viviríamos con mas licencia, con mas irregulari ' d

en un olvido de Dios mas profundo é irreligioso, en una in–

dolencia mas crasa , en un descuido mas contírn10 de nues–

tra sal

vac~on

, en un caos mas embrollado

y

mas horren..

do de conciencia del que vivimos?

i

Viviríamos de un ma·

do menos cristiano, si jamas hubiéramos de morid Espe–

ramos arreglarlo todo

á

la hora de la muerte ; · ' ro es

.tiempo aquel para esto?

i

Obramos así enjps

cios

temporales?

i

Diferimos para la hora de la muerte el pe–

dir ,que nos dé las cuentas un administradod iAguarda–

rnos

á

arreglar nuestros negocios á la hora de la muerte,

y

examinar entonces la ganancia ó la pérdida que habe–

rnos teqido ;(lbn un compañero ó asociado?

i

Decimos que

ew

aquella h(')ra tratarémos los negocios de un comercio, la

comprá'

la venta de una tierra' el examen de

nue~tros

derechos

á

tal herencia, el entablar un ple

y

to? ¡Qué ne–

cedad mas insigne, qué flaqueza de encendimiento mas

notoria que guardar para

la

última enfermedad un

He–

_gocio de alguna consecuencia'! Uno de los primeros e(lcar·

gos de un médico, uno de los primeros cuidados de los

parientes, de los· amigos,

y

de las personas mas cuerdas,

es que no se hable

á

un enfermo de negocio alguno ; es

Tor.n. l .

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