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AÑO CHRISTIANO.
tanto el patriarca San Francisco , la amó siempre de tal
manera, que
s~
P?dia decir no tenia. otra ,cosa. que el roto
hábito que trata
a
cu~stas,
el rosano,
y
un
hbro de me–
ditaciones
y
oraciones. Aun esto poco no era suyo,
y
solia
decir que .no tenia cosa propia sino el pecado que procu–
raba destruir continuamente. Pero en medio de esta extrema·
da pobreza personal parecia rico
y
poderoso respecto de
los próximos , porque su caridad siempre
ind~1str!osa
le
sugeria medios para socorrer las
m~s
apuradas nece.s1dades.
Los superiores de la órden, juzgándole para mas que pa–
ra el
trabajo corporal
y
de manos , le hiciéron guardian
del con vento de Fuerteventu
ra en
una de las Islas Canarias.
Encontró en aquel país muchos idólatras,
y
consideráodo–
se
obligado
a
ganarlos para Jesu-C_hristo ·,
padec~ó
los tra–
bajos de un apóstol,
y
recogió tambien los frutos. Que–
dáron en la isla pocos infieles que no abriesen los ojos
a·
la
luz
de la fe;
y
animado de este
feJiz
suceso, formó un nue–
vo plan de conquistas apostólicas,
y
pa-só
a
la gran Cana–
ria, donde
hast~
entónces no se nabia oido hablar de ' Je–
su Christo, dispues to
a
derramar
la
sangre
po r
anunciar
su evangelio; pero tenia Dios orros intenws,
y
no permi–
tió que abordase
a
ella. Redúxose, pues,
a
cultivar
la
isla
de Fuerteventura,
y
luego·que acabó de conquistarla,
fué
llamado
a
España , donde· volvió cargado de frutos ·de una
abundante cosecha.;
y
traxo tambien consi y;o el
don
de
milagros éon que ordinariamente favorece Dios
a
los que
honra con el carácter de apóstoles. Estando el Santo en Se–
villa, un muchacho, por huir el castigo de su madre,
se
escondió dentro de un horno,
y
.se quedó dormin·o. La ma–
dre
sin
saber,
ni
aun imaginar que su hijo pudiese estar
en el horno, le llenó de
leña,
y
le encendió. Dispert6
el muchacho con
el
calor
de
la
llama:
lloró, gritó; pero
ya no era tiempo de poderle socorrer: el .fuego era violen–
to, se babia apoderado de todo el horno,
y
no era
ya
po–
sible salvar al niño. La afligida madre, desesperada con el
dolor , salió por las calles dando alaridos como una loca;
y
acusándose de que había sido homicida de su hijo ,
dis–
puso la divina providencia que San Diego se hallase
a
la
sazon cerca de su casa : consolóla como pudo ,
y ·
envián–
dola
a
que hiciese oracion delante del altar de nuestra
Se–
ñora,. se fué derecho al horno con
Sl:l
compañero,
y
se~
.
J _ ,
gu~