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194

AÑO CHRISTIANO.

tanto el patriarca San Francisco , la amó siempre de tal

manera, que

s~

P?dia decir no tenia. otra ,cosa. que el roto

hábito que trata

a

cu~stas,

el rosano,

y

un

hbro de me–

ditaciones

y

oraciones. Aun esto poco no era suyo,

y

solia

decir que .no tenia cosa propia sino el pecado que procu–

raba destruir continuamente. Pero en medio de esta extrema·

da pobreza personal parecia rico

y

poderoso respecto de

los próximos , porque su caridad siempre

ind~1str!osa

le

sugeria medios para socorrer las

m~s

apuradas nece.s1dades.

Los superiores de la órden, juzgándole para mas que pa–

ra el

trabajo corporal

y

de manos , le hiciéron guardian

del con vento de Fuerteventu

ra en

una de las Islas Canarias.

Encontró en aquel país muchos idólatras,

y

consideráodo–

se

obligado

a

ganarlos para Jesu-C_hristo ·,

padec~ó

los tra–

bajos de un apóstol,

y

recogió tambien los frutos. Que–

dáron en la isla pocos infieles que no abriesen los ojos

la

luz

de la fe;

y

animado de este

feJiz

suceso, formó un nue–

vo plan de conquistas apostólicas,

y

pa-só

a

la gran Cana–

ria, donde

hast~

entónces no se nabia oido hablar de ' Je–

su Christo, dispues to

a

derramar

la

sangre

po r

anunciar

su evangelio; pero tenia Dios orros intenws,

y

no permi–

tió que abordase

a

ella. Redúxose, pues,

a

cultivar

la

isla

de Fuerteventura,

y

luego·que acabó de conquistarla,

fué

llamado

a

España , donde· volvió cargado de frutos ·de una

abundante cosecha.;

y

traxo tambien consi y;o el

don

de

milagros éon que ordinariamente favorece Dios

a

los que

honra con el carácter de apóstoles. Estando el Santo en Se–

villa, un muchacho, por huir el castigo de su madre,

se

escondió dentro de un horno,

y

.se quedó dormin·o. La ma–

dre

sin

saber,

ni

aun imaginar que su hijo pudiese estar

en el horno, le llenó de

leña,

y

le encendió. Dispert6

el muchacho con

el

calor

de

la

llama:

lloró, gritó; pero

ya no era tiempo de poderle socorrer: el .fuego era violen–

to, se babia apoderado de todo el horno,

y

no era

ya

po–

sible salvar al niño. La afligida madre, desesperada con el

dolor , salió por las calles dando alaridos como una loca;

y

acusándose de que había sido homicida de su hijo ,

dis–

puso la divina providencia que San Diego se hallase

a

la

sazon cerca de su casa : consolóla como pudo ,

y ·

envián–

dola

a

que hiciese oracion delante del altar de nuestra

Se–

ñora,. se fué derecho al horno con

Sl:l

compañero,

y

se~

.

J _ ,

gu~