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ENEllO. DIA XXI.

279

sabia que iba

a

dar contra los tres

~entencia

de muerte:

y

que se habia

de

1

exe~utar

al punto, dixo sonriendose

y.

haciendo burla de la respHe\5ta ·:

L'o

fuiste~

En efecto,

man–

dó que los tres Santos . fuesen quemados vivos.

Los soldados sacaron presurosos las tres

víctimas, pa–

ra llevarlas al Anfiteatro en donde estaba preparada la

hoguera. Apenas salieron del Pretorio

y

se presentaron en

público., quando una con-mocion un.iversal se apoderó

pe

los ·corazones de todos. La amabilidad

y

dulces prendas

del Santo Obispo , excitaron el dolor

y

la compasion

~

no

solo en los Christianos ,

""si

1

no en los mismos Idólatras , que

conocian en 'medio de su su persticion que no merecía tan

cruel muerte

su

tlec:titud

1

y

su beneficencia. Los Christia–

nos mas ilustrados .

y ~

de ·mas ·viva esperanza mezelaban

con sus lágrimas

üria-

~anta

fllegria por la gloria inefable·

de

que ;ya le juzgaban

pos~edor,

segun la cercánía de lá

victoria. Hubº entre

e~los·

muchos, que instigados del amor;

con~eccionarop.

vipo ;Pata .corfortarlos ,

y

hacer menoi

sensibles las agomas posrnmeras. Pero al ofrecerles

los

vasos dió San. Fructuoso aquella famosa respuesta que

manifestó la severidad con que observó toda su vida la

disciplina de la Iglesia ,

y

que dió materia despues con

lo demás al ·grande Agustino , para formar sólidas

y

vi–

vas instrucciones

a

su pueblo en

un

Sermon que es el

273

de

los Santos.

Ayunamos

,

·dixo

el Santo Obispo ,

y no et

todavía hora de comer ni de beber.

En

medio.de

la esca–

sez

y

horrores de

un.a

carcel, habian guardado solemne–

mente , como dicen sus Actas , la estacion del Miércoles

anterior,

y

el

dia de su martirio la observaban del mis–

mo modo,

y

con tanto rigor,

qut=

porque era la hora

quarta no quisieron admitir aquel leve refrigerio estando

' tap

cercanos

a

finalizar la vida.

El

justo observa escru–

pulosamente las leyes .,

sin que

pueda servirle de preLex:–

to para dispensarse de ellas ni la condescendencia y

jui–

cio de

los demás , ni aun

la

misma muerte.

Iba San Fructuoso lleno de gozo

y

de seguridad al-su–

plicio, deseoso de acabar la estacion con los

.Mártires

y

l'rofetas en el Paraiso que Dios tiene prometido .

a

los que

de veras le aman,_

y

la presura con que cam+naban al fue–

go

~

daba claro indicio del superior

y

mas vivo

qu~

inte–

riormente le abrasaba. Llegaron

al

Anfite-atro.,

y

pidiendo...

·

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