D EVOTOS.
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que no
mira
en ellos
sino la s ·virtudes que tienen ,
y
Dia XXIII.
no considera en
sí sino
los defeétos
á
que está
suJ~
....
to.
Finalmente, un h mbre verdaderamente virtuo-
so ,
es
,un
hombre reéto, incéro , .atento, un ·pom-
hre qu jamás está de mal humor;
porq~e ~iempre
tiene todo lo que quiere , n queriendo jamás sino
lo que tiene. Un hombre , á quien lo$ mas felíce3
sucesos no hinchan,
á
quien los mas perversos acci-.
dentes
no
abaten.; porque sabe que
~s sie~pte
una
misma
la
mano de dol'lde vienen los ma:les
y
los
bie~
pes d la ida;
y
co rn sola la voluntad de
Dios
e3
la
regla de
su conduB:a,
hace
sjempre todo lo
qu~
Dit
qaier
y
quiere siempre todo lo que
Dios
ha-
c e. Tal es
l
caráB:er de una persona verdaderamen.s
te
irtuosa. Qualquier otro retrato no le
es
parecido,
ni
se le asemeja. Confrontémos con este retrato el
de
los Santos,
y
los hallarémos perfeél:amente seme-
jantes. Confrontémo con él el nuestro;
i
hallarémo~
entre ellos al una
conformidad~
¡
Bue\1 Dios
,1y
quáq..,
tas falsas
v irtudes hay en el mundo!
PUNTO
SEGUNDO,
C
onsidera quaq enorme ·es la diferencia que
hay
entre nuestra pretendida v irtud
y
la del
s
San-.
tos.
N
s
li
nge
m s que
tenemos
devo ion,
p r–
qu
la
e
tim
m s
y
re pet
mQs.
Tenem
s
por
flffi
r
d la irtud chri ti na l que las m s ve es
n.
es
sin un pur e n imi nt de u
valor
y
de sa m -–
rit .
z.
Quer rn
con cer si nemos de
ion~ Juz~
u m lo mas bi n p r
nuestros sen imient
s
or
uestra .con uéta, u por
nuestros
estériles des _
os.
Ff
iAy,