DEVOTOS.
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ro puede caer ese olvido en quien tiene fe'? No hay Dia
XX.
cosa
eq
esta
vida, dice San Agustin, no hay suplicio,
no
hay
severidad, no hay rigor, no hay tormento,
aunque entren los mas espantosos que inventaron
los mas crueles Tiranos, que sea comparable con los
fuegos, con los suplí ios del purgatorio. Quien alli
castiga es
un
D ios , dice Tertuliano, que castiga
coa
toda la severidad de su justicia, que castiga como
Dios. Sus ojos no pueden ver la .menor iniquidad que
ofenda su santida,d in.finita, sin que la castigue -ó era
esca vida ó en la otra; mas con esta diferencia, que
en esta vida es un Dios
que
castiga como Padre,
y
en la otra es un Dios que castiga como Juez. Si, du-
rante esta vida parece hacer alguna vez ostension
de su severidad, su misericordia
m
dera al punto el
rigor;
y
despues de haber detenido
y
suspendido lar-
go tiempo el golpe, le conduce con tanta destr za,
y
mezcla tanta indulgencia con él, que la misma mano
que nos hiere, nos cura
y
nos perdona al tiem mis-
mo que nos castiga:
misericórditer sceviens
;dice San
Agustin. Pero en la otra vida es la mano de su jus-
ticia quien descarga todo
su
peso sobre una alma cul-
pable; todo el furor de Dios la castiga sin compasion.
Esto ha hecho creerá muchos Doél:ores-, que el mis-
mo fuego en que padecen los condenados en
el
in-
fierno, abrasa
á
las almas del purgatorio.
z.
Pero quien
puede comprehender elexcesjvo dolor que estas san-
tas almas padecen pDr verse privadas de la vista de
un Dios,
á
quien aman con un ardo-r que no som::>s ca,..
páces de
concebir~
Juzguémos de la severidad con
que Dios castiga en
lá
otra vida las mas ligeras f,tltas,
por el rigor con que castiga en esta vida
á
los que
Bb3
mas