DE V OTOS.
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destinadas, que no habiendo acabado de pagar á la Dia XX.,
justicia de Dios, imploran la caridad de sus he rma-
nos los vivos, como los únicos que pueden merecer-
les su libertad, ó por lo menos su alivio. Esta soci -
dad de comercio'·que la caridad establece entre los
miembros de un mismo cuerpo, es quien fomenta
y
mantiene el mismo principio que la ha formado, con
tantas ventajas de entrambas partes.
Como el Espíritu Santo es quien aníma
á
la Igle–
sia, así tambienes
el
que la inspira la conser vacion
contínua de este comercio religioso , pidiendo á los
Santos que intercedan con Dios por los Fieles que es–
tán sobre la tierra-,
y
pidiendo
á
estos Fieles sus satis–
facciones , sus oraciones, sus buenas obras, en favor
de
las
almas del purgatorio, que sabrán muy bien
vol verles un día el ciendoblado de todos los socor–
ros
y
bienes que hubieren recibido de ellos.
No nos faltan motivos los mas fuertes .
y
los mas
interesantes, para exercer nuestra caridad con las
almas del purgatorio ; estos son los lazos· que nos
unen con ellas, las penas espantosas que padecen,
las singulares ventajas que esta caridad nos procu–
ra,
y
el
exemplo que la Iglesia nos da de esta cari–
dad singular.
Si los suspiros, si los clamores que despiden sin
cesar nuestros hermanos
y
nuestros mas íntimos ami..
gos, que padecen en el purgatorio, pudiesen llegar
á
nosotros , bien pronto nos enternecerian sus contí–
nuas quejas.
l,
Sería posible que un hijo, que una hija
viesen
á
sangre fria el lastimoso estado
á
que están
reducidos su padre
y
su madre , aquel padre
que
se
afanó tanto por dexarles que comer ,aquella madre
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que