DEVOTOS.
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trar. Viendola partir con
t~nta
precipitacion los que Día XVII.
habian ido
á
visitarla , la siguieron, creyendo que iba
á
llorar sobre la sepultura de su hermano. María en-
contró al Señor fuera del lugar, y arrojandose á sus
pies , le dixo : ¡Ah
Señor!~
dónde habeis estado'? ¡qué
fal ta nos habeis hecho! Si hubierais estado aqui
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no
-hubiera muerto mi hermano. Dichas estas palabras,
empezó á llorar, y los Judíos que la
acompañab~n,
tampoco pudieron contener sus lág rimas.
,
Es te triste espeét:áculo enterneció al Salvador de
modo, que la emocion de su corazon se manifestó en
el rostro.
i
Dónde le habeis enterrado, les dixo
'?
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r iendo con esta pregunta exci tar mas su fe
y
su con- ··
fi anza. Venid, Señor, respondieron las dos hermanas,
-venid á ver donde está enterrado. A estas palabras no
p udo el Sal vador contener sus lágrimas; lo que hizo
decir á los J udíos : mirad como le amaba;
y
aún hu–
bo algunos que dixeron :
~ Este
que abrió los ojos á un
ciego de nacimiento , y que hizo tantos milagros , no
podia habe r hecho que Lázaro no
muriese~
Fue, pues,
Jesus al sepulcro, que era una caverna en una roca,
cubier ta con una gran piedra. Su ternura no pudo me–
nos de prorrumpir en algunos suspiros; luego
m~ndó
que se quitára la piedra que cubría la sepultura; á es–
te tiempo le dixo Marta , que habia ya quatro dias que
estaba enter rado,
y
que
no podia dexar de oler mal;
á
lo que respondió el Señor: no temas;
z.
nó te he di.–
cho ya, que si tienes fe, ve rás la gloria de Dios'? Se
quitó, pues, la pi'edra, y entonces Jesu-Christo levan–
tando los ojos al Cielo , dixo: Padre, gracias os doy
porque me habeis oído; pues aunque sé muy bien, que
siempre me oís; mas he dicho esto por los que es tán
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