DE VOT OS.
dad marítima, distante seis ó sjete leguas de Jerusa- Día
XVII.
lén;
y
habiendolos metido en una nave
muy
maltra-
tada, sin timón , sin mástiles, sin pertrechos, con to-
dos los fieles que se encontraron con ellos , los expu-
sieron de esta suerte
á
un evidente naufragio. Esto nos
dicen muchos antiguos manuscritos, fundados en una
antigua
y
piadosa tradicion, como se dixo en la
histo-
ria de la vida de Santa Magdalena,
y
de Santa Marta.
La divina providencia, que saca siempre su glória
de los designios mas siniestros y mas malignos de los
enemigos de Jesu-Christo , permitió que esta
nave
aportáse dichosamente
á
las costas de Marsella.
E sta
maravilla aturdió
á
aquellos pueblos Gent iles, natu–
rahnente corteses
y
tratables; y dispuso los espíritus
para
oír
á
unas gentes,
á
quienes protegia el Cielo
de una manera tan visible. No se duda que los Após–
toles consagraron Obispos
á
la mayo r parte de. los
disdpulos de Jesu-Christo antes de esparcirse
por
el
Universo; y sobre todo
á
Lázaro, como que era el
mas ilustre y mas privilegiado de todos los discípulos.
Luego que esta santa colonia de Héroes Christianos
desembarcó , anunciaron la
fe ·
de Jesu-Christo en
aquella célebre Ciudad, que despues de Roma era de
las
mas considerables del mundo seiscientos años ha–
bía. San Lázaro , que sabía bien que Dios le había
destinado
para ser Apóstol de ella, y su primer Pas–
tór, dió desde luego muestras de su zelo. Marsella
era
á
la sazon muy célebre, no solo por su antigüe–
dad, sino tambien por sus viétorias, por su alianza
con los Romanos ,
y
por su Académia. Las Ciencias
y
las Artes florecían
en
ella,
y había
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gran número
de
personas hábiles,
á
quienes se confiaba la educa-
y
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