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DEVOTOS.

REFLEXIONES.

D ,

Tchoso

aquel que

no corrió trás

el

oro.

¡Qué po–

cas gentes hay en el mundo, que estén esentas

de esta flaqueza! El resplandor de las riquezas da en

los ojos de los hombres , y los deslumbra. En qual–

quiera estado que se esté , se quiere hacer fortuna.

~Quién

hay que se contente con la condicion en que

ha

nacido~

No hay uno cuya condicion no sea in–

ferior

á

sus deseos y á su ambkion. Si se ha subi–

do un escalon , no se busca sino como dar el segun–

do paso ; si se está mas arriba, la inquietud

y

la

im–

paciencia se reducen

á

ver como se ha de perder de

vista la obscuridad del nacimiento; jamás se mira de

donde se viene, sin0 adonde se desea llegar. Sea

un hombre bastante felíz,ó, digámoslo mejor, sea bas–

tante hábil para adelantarse ;

t,

está jamás contento

con

su

fortuna~

la ambicion crece con los anos. Quán..

to mas elevada está una persona , descubre mas ca–

mino que andar ; se dan hartos pasos en falso, quan–

do se quiere ir ¡an apriesa. z,Se ha subido mas arribaf

t,

á

quántas gentes

se

les

va

la

cabeza~

La caída de

los que están mas adelantados,

y

que subieron mas,

no hace mas cuerdos

á

los que trepan todavía por

subir. Siempre creemos que serémos mas felíces que

los

que

nos parece haber sido menos hábiles. Cada

dia se hacen nuevos esfuerzos para adelantarse. Esta

idea de fortuna es una especie de fantasma que en–

gaña y embelesa. El deseo de hacer fortuna es una

especie de encanto. Por mas que nos espanten

y

nos

aturda

n las revoluciones que vemos suceder; estas

caíci.as

no quitan ni deshacen el embeldo. Nos lison-

T

·

gea-.

Día XIV.