DEVOTOS.
333
ha
hecho,
quejfos;
licencia
os
d<?Y
para
ello.
¡
Ay
DE PENTE–
de mí! Dios ha hecho'mas por mí de lo que yo me
cósTES.
hubiera atrevido
á
desear; mas de lo que me podia
imaginar; ¿pero es amado este Dios infinitamente -
amable,
y
que nos ama infinitamente?
PUNTO SEGUNDO.
C
onsidera' que no es un
leve
motivo para amar
á
Dios, el ver quan poco amado es Dios; pa·
rece cosa increíble.
Un
Dios infinitamente amable
nos
p~rmite
que le amémos; ¡qué honra para
una
vil
criatura! ¿Debe nuestro corazon , puecle no
es~
tar contínuamente abrasado en este divino amor?
<Qué otro objeto le puede mover
á
ocuparle un
momento
?
Así piensa todo hombre
de
razon. ¡Mas
ay! Dios nos permite que le amémos ;
¿y
quién se
afana por darle su corazon? Dios nos manda tam–
bien que le amémos; ¿pero es muy obedecido?
El
amor se produce y se manifiesta de mil modos ;
el
espíritu no se ocupa sino en el objeto amado; ja–
más se cansa de hJblar de él; no halla gusto sino
en lo que le agrada; todo
fo
que es contrario
á
sus sentimientos, nos· altera
y
nos remueve. ¿Se
puede concluir de aqui que amamos nosotros
á
Dios
?
<con qué cuidado, con qué presteza execu..
tamos todo aquello en que sabemos se le da gusto?
¿con qué calor tomamos
á
pechos sus interéses? ¿qué
inquietud sentimos
á
la menor sospecha de haberle
desagradado? ¿Qué temor tenemos de caer en su
desgracia?
A
estas señales se
conoce si
se
ama ó
no
á
Dios. Sin
hablar del gran
número
de
infieles
'
que