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DI A X
XII
l.
3
9
1
Desde cntónces ,
~unqlle
Jorge
tcn~a
solos veinte años,
se consideró como víctima destinada al sacrificio,
y
se dis–
puso para él con
el
exercicio de
bs
mas heroycas virtudes.
Como tenia _el grado de Oficial "Generll , era del Conse–
jo
del Emperador, y conoció que esto le obligada á de–
clararse de los primeros, dando pruebas de su fe ,
y
no
disimulando su religion. Hizo sacrificio de sus bienes ántes
de llegar
el
caso de hacer el de su vida. Y hallándose he–
redero de una rica sucesion por muerte de stf madre, la
repartió toda entre los pobres: vendió sus, preciosos nlue–
bles , sus ricos vestidos ·,
y
distribuyó
el
precio entre los
Fieles , que al primer ruido de la persecudon se havian
esparcido aquí ,
y
allí , dando libertad á sus esclavos.
Despojado ya de todo , entró, por decirlo así, en la
lid, y se fué á
:la
sala del Consejo. Haviendo propuesto el
Emperador
el
impío ,-
y
cruel intento de extern1inar á to–
dos los Christianos , le aplaudió toda la Junta ; pero to–
da ella quedó extraña nente sorprehendida ,
y
admir4da,
quando vió levantatse de su asiento á nuestro Oficial ,_
y
con un noble despejo, pero n1odesto, atento,
y
respeto...
so ., contradecir lo que todos havian dicho ,
y
en pocas,
pero en graves palabras , reprehender la resolucion , que
se havia tomado en perseguir
:i
los Christianos ,
y
de ex–
terminarlos en todo
el
Imperio.
Era naturalmente eloqüente,
y
como hablaba con nlu–
cha gracia , con energía ;
y
con fuego , se hizo escuchar
con adn1iracion ,
y
con respeto. Hizo demostracion al Con–
sejo de la injusticia,
y
de la impiedad de aquella resolucion;
defendió con una discreta apología á los Christianos ,
y
acabó exhortando al Empérador
á
que revocase unos Edic-
.,.
tos, que solo se didgian á oprimir violentamente á la ino...
'
cencia. Havia ya acabado de hablar,
y
aun no havian vuelto
dci
su admiracion los que le oian: la viveza de su discur–
so , el ayre religioso con que le pronunció ,
y
su rara n1o..
destia tenian como entredichos
á
los oyentes ,
y
por al–
gun tiempo suspendiéron las pasiones de todo el Conse–
jo. El Emperador, aun mas aturdido que los otros, nlan–
dó al Cónsul Magnencio, que respondiese
á
nuestro
Santo~
, ,
·
.
Bien