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DI A 1 I.

23

chos ,

y

·muy robustos. Consultado de todas partes co–

mo Oráculo del mundo Christiano , á todos

respon–

'de. Siendo él solo como la alma,

y

el espíritu de su tier–

na Religion , prodigiosamente multi plicada , dispone ,

y

arregla todos sus concertados movimientos. Buscado. de

grandes ,

y

de pequeños para alivio en sus dolencias ,

y

pa–

ra consuelo en sus aflicciones ' á todos atiende '

a

todos

socorre, á todos consuela. Pero en medio de esta conri–

nuacion trabajosa de fatigas , pasa las noches en oracion,

sin mas cama , que una tabh , y una piedra dura por ca–

becera. Su vida es un perpetuo ayuno : desped.1za su ino–

cente cuerpo con sa·ngrientas disciplinas, sirviéndole de ins–

trunlento cadenas de duro yerro: su vestido es un silicio

encubiert~

ó una túnica de cerdas , que disimulaba la mor–

tificacion sin servir . para el abrigo. Su corazon estaba tan

abrasado en el amor de Jesu-Christo, que le bastaba po–

ner los

ojos

en un Crucifixo, ó levantarlos al Cielo pa–

ra salir fuera de sí arrebatado ,

y

extático ;

y

su devocion

á

la ' SantÍsima Vírgep era tan.fervorosa,

y

tan tierna, que

solo con oir el dulce nombre de María eran sus ojos dos

copio~as

fuentes de Iagrimas amorosas.

No era fácil estuviese defendida de la persecucion aque–

lla

santidad tan eminente. Un célebre Predicador, mas aplau–

dido , que discreto, mal informado de su divino Instituto,

declamó públicamente contra él ; pe·ro apéne1s le habló dos

palabras nuestro Santo , quando le convirtió en uno de sus

mayores Panegyristas ,

y

fué despues insigne Protector de

toda su Religion.

Fernando

l. ,

Rey de Nápoles ,

y

sus dos hijos , el

Du–

que de Calabria ,

y el

Cardenal de Aragon , dejándose

im–

presionar cow demasiada facilidad de los que miraban con

desafecto

á

Francisco, diéron órden de prenderle.

El

Ca–

piran,

á

quien se encargó la comision , fné

á

executarb;

pero apénas se puso en presencia del Santo ,

y

fué testi–

go de los milagros , que obraba , quando se arrojó

á

sus

pies ;

y

rogándole , que pidiese

á

Dios por él,

y

por

aq

Je–

llos engañados Príncipes , volvió á ellos, é informándolos

de lo· que era verdaderamente el porcemoso Paula , hi zo

que