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reza ;

y

era strficiente que él Je· santificáse despues

con su presencia , para que

allí

desde

entónc e s . pr~-

11unciase sns oráculos. Pero el

altar

consagrado

pa–

ra

ofrecerle sacrificios, se edificaba de piedras sin

labrar

:

porque una vez profanado por

el

conta.cto

del hierro, jamas po.dia servir para este fin tan au–

gusto. Y ¿ harémos

á

la

Di

vi

ni dad la injuria de

persuadirnos

que no

concedió

á

1\1aría favores

p.ro–

porcionados

á

la

elevacion

de

su destino? Yo

UQ

puedo pensar . en . el pecado de es ta Vírgen , sin

pensar

al .

inisino tiempo

en la

deshonra de su

hi–

jo. No puedo· ver en ella un defecto tan grande, sin

acusar involuntariamente

á

la infinita sabiduría.

La

.mancha de su alma hubiera empañado el espejo

de

la divina magestad : su triste sitllacion podi¡¡ ha–

ber turhadg el placer tranquilo de las mansiones ce..

lestiales :

y

SLlS

espesas tinieh1as podian haber

dis .:.

nlin u

ido,

á

los ojos del hombre,

el

magestuoso

hri'. ...

llo

del

trono

del

Eterno.

¡

Qu

!

¿Os sorpreheP.·las , se1íores

?

¿Os parece

:icaso que son mis expresi ones partos atrevidos de

la

imagin:icion

y

el

entusias • .,..o?

El

l enguage· que

yo

hablo

es

el lenguage de la

razon

y

de la fe. Si

María no fué concebida en

gracia

original ,

ella

eatuvo

aJguu . tiempo en la·

desgracia · del

Senor.