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monio con doo Frnocisco de Paula Garcia, por el fall.ecimien–

to de su primer esposo, logró ve

el fruto de sus segundas

nupcias.

·

No pudo quedar en silencio tan' claro

y

estupendo milagro.

Publicáronle la señora, su esposo,

y

cuaotos pudieron t estifi–

carle. Pidió lue¡¡¡o la religion del Rosario al señor 'Arzobispo,

que se comprobara el hecho.

y

por ma11dato de su llustrlsima

declararon la verdad de cuanto se ha referi'do, la sellora, sus

nsistentes

y

amigos,

y

el religioso que babia sacado la tierra

del sepulcro. Íurnron pÓr la misma autoridad tlel Ordinario,

tohos los profesores 'qúc habian medicinado

á

1

eilora, decla–

rando que su mal habia llegado al término de incurable,

y

gue

se

balJnba perfectamente sana de un modo extraordinario.

Ncmbráronse luego tres profesores ilustrudos, distintos de los

que In habian Cl\ra!io,

á

saber, 1 doctor dbn Cosme :Bueno, el

doctor don Domingo Egoaghirre

y

don Agustin Perez, para

que la examinase o

y

viesen si estab, sana,

y

los tres, no solo

aseguraron gue se

hallab~

buena, sino tamj)ien que era nuevo

milagro la leve mancha que se notaba en vez de una cicatriz de–

sigual, áspera

y

prqfo.nda,

y

el

que hubiese concebido en su

seno. (") Probado el milagro por los médicos

y

,cirujaoos,

eli–

gió su Ilustrísima cuatro teólogos y otros tantos canonistas,

para que dictaminasen sobre la realidad del portento, tenien- ·

do

á

la vista lo actuado. Ninguno disintió en la comproba–

cion del milagro; pero el padre maestro Lnrrea, de la órden

de

Snn

Agustín, uno de los teólogos, exigió que se buscase al

religioso que babia socorrido

á

doila María en la Recoleta,

pnra que .se esclareciese, si acaso habia sido el mismo

fra

1'1nrtio. Se examinaron todos los religiosos,

y

ninguno dió oo–

ticia de lo ocurrido: se tomó razou del lugar donde se halln–

bau los que habian dejado el hábito,

y

se escribió

ñ

las ciuda–

des

y

pueblos donde se supo que hnbilaban; pero todo

fué

en

nno.-Se perdió mu.cho tiempo en estas diligencias,

y

eotrc

tanto fallecieron' el maestro l1arrea

y

el señor Arzob

ispo. Así

es que igo

oro si se r

emitió

á

Roma el sumario

~e

lns

decla.ra–

ciones,

y

di.ctám.en

de los sabios sobre la realidad del mila–

gro, ó si habiéodose remitido se perdió por las convul 10nes

politices de la Europa,

y

g11erra dectructora de la España,

primero con Francia

y

déspues con

Inglaterra.

Compete

al

señor Arzobispo electo ver si

hay

coustancia

en

11u

archivo de haberse remitido el proceso.

C-J

Tengo

á

la •isla el dictámcn de ésos s.Lios m•dicos,

del

que Le

ellraolado cuanto refiero de esta historia

y

milagrosa

sanidad.