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su misma cuna fue puesta en señal de contra-
diccion, fue en todos :tiempos
y
en todos 'si,
glos combatida
y
asaltada de un
sin
número de
Heréges , que todos conspiraban
a
destruirla
y
acabarla. Dexo
a
parte aquellos•monstruos de
itnpiedad
e
irreligion, los Navátos, los Samosa–
ténos, los Sabelios , que le movieron la mas
cruel guerra: Acordáos si de un Arrio, de un
Nestorio, de un Eutichio, de un Em1omio, de
un Júliano apostata
y
de un Pelagio , que la
combatieron con tanto denuédo , rabia
y
fu–
ror, que sin duda huviera perecído
y
visto
su total ruiiia ,
s!
el
Dios de fos Exercitos no
huviese sucitadoce)n su providencia un Da–
vid contra cada Goliad : un Hilario contra los
Arrianos, un Cyrílo contra los Nestórianos,
un Basjlio -contra los Eunomianos , un Leon
Magno contra los Eutichianos, cóntra Julia–
no apostata el Nacianzeno y contra Pelagio
el grande Agustino. '
Pe¡.-o nunca (si bien se miran las Historias)
fueron · tan generales , ni tan sangrientos los
asaltos contra la Iglesia, como en
é:l
siglo
XIII.
Qué
violencias
!
qué insultos ! que vicios
!
qué
desordenes! qué errases
!
qué enemigos! por
todas partes levantaba sus cabezas la mons–
truosa Hydra de la heregía ; el enemigo hom-
bre